Una peculiar película de acción y suspenso, donde no hay balas ni malos persiguiéndose, es “127 HORAS”. Suerte de biopic y relato de hazaña con moraleja, que bien podría ser una historia de NatGeo, la película se inspira en la el libro “Between a rock and a hard place”, la historia de Aron Ralston, un montañista que a los 26 años de edad, en 2003, parte a Utah para pasar un fin de semana de excursión en Canyonlands National Park. Temerario hasta la irresponsabilidad, a Ralston le ocurre lo que a cualquiera que se le cruce por la mente que la naturaleza es algo fácil: se accidenta cuando menos lo espera y de la peor forma posible. Aron queda con un brazo atrapado por una roca, en medio de la nada y sin manera de comunicarse con otro ser humano.
El suspenso es progresivo, el relato se vuelve por momentos trepidantes, pero lo que mejor logra esta cinta es volcarse de a poco hacia el interior de este joven que se enfrenta al accidente con serenidad, cordura, sentido del humor, todo lo que va perdiendo a medida que la realidad y sus propios demonios se le van representando con fuerza.
¿Puede una frase ñoña lanzada al final arruinar el buen sabor dejado por una película entretenida y con buena música?
Si la ve, trate de que no.
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