En un remoto pueblo húngaro, con mucho de campo, tierra y arboledas, transcurre 1945 .
Es agosto y en la radio que escucha un hombre que se afeita con dedicación, las noticias informan de las bombas atómicas que han caído sobre Hiroshima y Nagasaki.
El sujeto es el alcalde del municipio y un acomodado comerciante. Su mujer yace en la cama en evidente estado depresivo. Ese día se casa su hijo, con una muchacha campesina, y toda la comarca está afanada en la boda.
La Guerra que acaba de terminar no parece alterar a nadie por allí. Un jeep con soldados soviéticos circula entremedio y ellos socializan con uno que otro de los habitantes.
Pero a la Estación ferroviaria -algo alejada del pequeño centro de la aldea- llega un tren echando humo negro. De él descienden un anciano y un joven judíos, que traen consigo unas cajas.
Un sujeto hosco sube el cargamento en su carreta tirada por un caballo. Con él, los desconocidos cruzan sólo unas cuantas palabras: solo para decirle que ellos caminarán tras el transporte; que no, que no subirán a éste.
El jefe de estación se inquieta con solo verlos y al no lograr comunicación telefónica se monta en su bicicleta para alertar sobre los recién llegados.
El húngaro Ferenc Török filma en un contrastado blanco y negro una película que bien cabría en el género del western. Una historia (basada en un relato de Gábor T. Szántó) que desde la primera escena instala una tensión dramática intrigante, cuya verdadera amplitud solo termina de develarse en la última secuencia, pero que entrega claves a cada paso, mientras sube en intensidad.
La aparición de estos sobrevivientes altera por completo el aparentemente bucólico pueblo: se desata una paranoia que incluye toda clase de especulaciones. Ni el alcalde, ni su mujer, ni el cura, ni la familia de la novia saben quiénes son, pero los remordimientos y la culpa por hechos pasados, en los que casi todos ellos fueron partícipes -de una u otra forma- bastan para que se desboque su imaginación y se inunden de temores.
La singular banda sonora de la película es determinante en la creación de esta atmósfera.
Hay en esa comunidad una intrincada historia de traiciones que se mantenía convenientemente sepultada y contenida. Deleznables actos, la mayoría impulsados por la codicia, que solo a unos pocos agujerean su conciencia.
En los 90 minutos en que transcurre la película se van desenterrando secretos, culpas, sucias verdades; las recriminaciones cruzan de un lado a otro, los rencores aquietados emergen de las profundidades y aunque los preparativos para la boda siguen, ni la iglesia, ni el vestido blanco, ni las mesas semi servidas al aire libre resisten celebraciones ni redenciones.
Mientras, los forasteros caminan con toda parsimonia y cierta solemnidad tras la carreta, por el sendero de la alameda que los conduce al pueblo hasta llegar a su destino.
Cuando hayan cumplido su cometido nada habrá vuelto a ser igual en la aldea.
Una gran pequeña película. Un bocado para cinéfilos.
Cinemark, Normandie y Cine Arte Viña
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