Sí. La frase del título parece un homenaje a Les Luthiers (y eso que no dije pastoril).
¿Cómo una tragedia romántica puede ser bucólica (no su escenario ¡ella misma!)?
Pero nada define mejor a esta película que -con excepción de las últimas secuencias- pasaría perfectamente por un documental turístico de la agradable vida burguesa en la campiña de Francia.
El filme comienza cuando Marc (Benoît Poelvoorde), un inspector de impuestos, pierde el tren que lo llevará de regreso a París. Es de noche y en el bar del frente conoce a una chica (Charlotte Gainsbourg) con quien conversa y pasea hasta la mañana siguiente (algo así como «Antes de amanecer», 1995, Julie Delpy y Ethan Hawke).
Sin intercambiar nombres ni teléfonos, acuerdan reunirse en París al viernes siguiente, en los jardines de Las Tullerías.
Sylvie, que así se llama, acude a la cita, pero el destino trágico hace que Marc llegue tarde (como en «Algo para recordar», 1957, Cary Grant y Deborah Kerr) y que cada cual regrese cabizbajo y triste a sus respectivas vidas.
Ella parte a Estados Unidos con su novio. El, sigue trabajando en Impuestos Internos y visitando la misma pequeña ciudad donde justo conoce a la bella y encantadora Sophie (Chiara Mastroianni), acongojada porque la contabilidad de su tienda de antigüedades no cuaja. Marc se ofrece a ayudarla, dando pie a un romance, sin saber que ella es la hermana de Sylvie.
El resto de la historia continúa ordenada, predecible y plácida, con la gran casona de bello jardín de la madre de Sylvie y Sophie, Madame Berger (Catherine Deneuve, madre de Chiara en la vida real), como escenario principal, donde se suceden almuerzos y cenas, una y otra vez, muy bien servidos.
Skype mediante, Marc recién descubre quién es la chica de la que ¿se enamoró? esa primera noche en la provincia (no es sencillo saberlo: la conversación del inicio no la conocemos porque el director recurre a una gran elipsis).
Todo lo anterior se toma hora y media en transcurrir, con una música equívoca que sugiere un thriller de suspenso en lugar de un drama romántico.
Y el triángulo que anuncia el título de la película, con su carga de tragedia, desemboca forzadamente en los últimos minutos de metraje.
Amén de las películas citadas, «3 corazones» es un remedo descafeinado, vegano y light de «La mujer de la próxima puerta» (1981), un drama pasional con todo, en el que François Truffaut armaba un intenso y apasionado «ni contigo ni sin ti» con Fanny Ardant (su mujer en la vida real) y un Gérard Depardieu en plena forma.
A favor de «3 corazones» hay que decir que transcurre en preciosos escenarios y que luce un casting con lo más estelar del firmamento cinematográfico galo.
IDEAL PARA: incondicionales de cualquier cosa que se filme en Francia.
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