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LA LLEGADA (ARRIVAL): OTRA JOYA EN LA CORONA DE DENIS VILLENEUVE

Arrival Reparto: Amy Adams, Jeremy Renner, Forest Whitaker, Michael Stuhlbarg, Mark O'Brien. Director: Denis Villeneuve Estados Unidos, 2016. Duración: 116 min. Una delicatessen para cinéfilos y humanistas de vocación.

LA LLEGADA (ARRIVAL): OTRA JOYA EN LA CORONA DE DENIS VILLENEUVE

La cámara se desliza desde el techo y baja hasta enfocarse en el ventanal de una casa por el que se asoma un inmenso lago. Allí vive la Dra. Louise Banks (Amy Adams), una experta lingüista.
En unas cuantas escenas muy breves, cargadas de información relevante (imágenes con apenas una frase de dos palabras) sabemos que Louise ha parido, amado y perdido a una hija.
Pero La Llegada (Arrival) es una película de ciencia-ficción, un género que el genial quebequés Denis Villeneuve ha confesado que siempre soñó abordar.
Solo que aquí no hay despliegue de tecnología espacial de ninguna índole, ni guerra de los mundos, ni marcianos atacando la Tierra.
Lo que sí ocurre es que doce naves —en forma de ovoides alargados, de un negro opaco— se han posado en distintos lugares del planeta, sin patrón aparente: China, Venezuela, Siberia. En EE.UU., hay uno de ellos en un campo de Montana. Los líderes mundiales están en contacto permanente y se suceden urgentes cumbres y asambleas.
Louise, que hasta el momento ha llevado un relato en off que se conecta con el final de la historia, continúa con su vida cotidiana, mientras el pánico cunde por todos lados. A su oficina —la universidad está desierta— llega el Coronel Weber (Forest Whitaker). La Dra Banks domina varias lenguas y el Coronel la necesita para que los ayude a entender a los aliens.
Ella y un científico matemático, Ian Donnelly (Jeremy Renner) son trasladados a un campamento con personal de elite, equipado como si fuera la base espacial de Houston, justo al lado de la nave posada en Montana.
Allí, ella y Donnelly comienzan sus abordajes para establecer una comunicación con los alienígenas. Pero esto no es ni siquiera la Torre de Babel (nuestra Dra. seguro habría superado la prueba bíblica).
¿Cómo descifrar signos, ruidos? ¿Cómo relacionarse con “alguien” que tiene otro lenguaje, en el más amplio sentido de este concepto?
Nuevamente —como en 2001, odisea del espacio—, el ser humano es duramente desafiado a evolucionar enfrentándose a lo extraterrestre.
“Para comunicarse verdaderamente hay que exponerse”, afirma decidida Louise.
Y eso es hacer un esfuerzo enorme para entender al otro y a su vez explicarle a ese otro nuestro lenguaje.
Tal como hacemos con nuestros hijos, a quienes enseñamos a compartir nuestra lengua y nuestras convenciones o “acuerdos” (como que dormimos en la noche o nos detenemos en un semáforo cuando está en rojo) para poder entendernos.
(Diálogo: dia, “a través”; logos, “palabra o razón”. A través de la razón que expresan las palabras, los seres hablan y acuerdan cosas).
En torno a ese complejo proceso gira la película, una alegoría de la eterna dificultad de comprendernos entre los seres humanos, que se evidencia allí mismo: mientras Louise, Donnelly y los aliens intentan armar un abecedario común, afuera del campamento los gobiernos han comenzado sus disputas y desacuerdos sobre cómo enfrentar esta “visita” (las naves solo están allí, nada más); a su vez, distintos grupos deciden interpretar la situación a su modo y adoptar drásticas decisiones, suponiendo más que informándose (¡algo muy actual!).
“El lenguaje que hables determina tu pensamiento”, afirma Louise.
Y también (eso lo aprenderá con sus interlocutores de la nave) puede alterar conceptos como el tiempo y el espacio.
La película funciona en una curiosa tensión: por una parte las presiones sobre los científicos para que avancen rápido en su trabajo y el frágil acuerdo entre los cada vez más nerviosos líderes.
En paralelo, y como núcleo, este proceso íntimo que vive Louise y que no es simple de desentrañar.
Villeneuve —realizador de Sicario, la película que debió ganar el Oscar este año; y de Incendies, una magnifica tragedia del conflicto palestino— se inspiró en un cuento breve de Ted Chiang, Story of your life para este filme. En los tres casos, se trata de relatos muy distintos, pero su manera de filmar —el dramatismo de sus grandes planos generales, los “tilt down”, la acertadísima musicalización— y su vocación humanista son una constante.
Y en todas ellas derrocha un talento que lo tiene entre los cineastas más brillantes de nuestro tiempos.
Sencilla en su narración, compleja en su fondo, La Llegada es una película profundamente humana, emotiva y filosófica; que más lo que interroga que lo que responde.
Una delicatessen para cinéfilos y humanistas de vocación.
Confieso que me dejó gratamente atónita.

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