No hay una historia que describa mejor lo que es la misericordia y la redención que Los Miserables , ese clásico de Victor Hugo que ha tenido innumerables montajes en teatro, musicales y cine.
A diferencia de otras versiones fílmicas, esta de Tom Hooper es un musical de principio a fin.
Para bien o para mal.
Para bien, porque si algo hizo bien Hooper (El discurso del rey) es armar un casting lleno de secundarios que son cantantes profesionales, más que estrellas de cine, a la vez que obtiene grandes resultados en lo lírico con aquellos actores que sí lo son y que tienen en sus manos los roles principales
¿Y para mal…? Bueno, que un musical se trata de todo el mundo cantando a cada rato.
Es decir: si a usted no le gustan los musicales, más bien que no la vea. Esto está más cerca de un musical de Broadway que de una producción de Hollywood.
«Todo muy lindo, cuidado, correcto y profesional, pero hace tiempo que no me aburría tanto en el cine como con los 158 minutos de Los Miserables».
En 140 caracteres eso es lo que plasmó un crítico de cine argentino en su Twitter.
Suena a sacrilegio si se considera que se trata de una obra venerada desde que saliera de la pluma de Victor Hugo, por generaciones y generaciones de artistas y espectadores.
Pero las opiniones no sólo son muy subjetivas sino que aquello que a alguien le aburre y a otro le entretiene entra en el infinito campo de lo estrictamente personal.
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