No hay espacio para frases Village. Allí donde se asome una, el humor corrosivo del egótico de Edward (Jack Nicholson) la disolverá.
Bueno sí, hay una. Pero pasa camuflada y arropa bien lo que contiene “ANTES DE PARTIR”. Tanto así, que la voz en off que relata la historia la enuncia al comienzo y al final: “Cuando murió, sus ojos estaban cerrados y su corazón abierto”.
Edward Cole preside una peculiar junta directiva (la peculiaridad la aporta él). Es un millonario que hace lo que le da la gana. Como dueño de un “pack” de hospitales, tiene una regla que declara inamovible: “Dos camas por cuarto, sin excepción”.
Al otro lado de la ciudad, Carter, un mecánico bueno para el Trivium (Morgan Freeman), no alcanza a arreglar un auto cuando debe internarse en una de las propiedades de las que Cole es dueño…
Y para disgusto de ambos —aunque por distintos motivos— terminan de compañeros de cuarto.
Aquí es donde uno termina de comprender lo que es un sicópata, que, por cierto, no es un asesino despiadado, sino un ser humano que no es capaz de empatizar en absoluto; es decir, el prójimo le importa menos que un comino y lo que le ocurra no le produce ninguna clase de sentimiento… Pero si Edward no ha tenido vida de verdad, Carter tampoco… Aunque haya llegado a este vacío de sí mismo por una vía muy virtuosa, como la de ser extraordinariamente responsable con todos sus cercanos.
Así, dos seres que parecen en las antípodas, áspera y civilizadamente llegan a la misma conclusión, gracias a una “tonta tarea” de un profesor de filosofía de Carter: antes de que te lleve “la parca”, más te vale hacer una lista, tipo supermercado, de lo que no has hecho en tu vida y deberías hacer. Mucho de eso requiere temeridad y dólare$$$… todo aquello que le sobra a Cole. Carter aporta la calidez, la paciencia y la empatía…
La lista en cuestión saca a los protagonistas -y a los espectadores- del cuarto de hospital y transforma la película en una suerte de road movie.
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