En medio del campo en Irlanda del Norte vive el protagonista de Bad Day for the Cut , un hombre tosco, barbón, de mediana edad, que cuida de su granja y sobre todo de Florence (Stella McCusker), su madre, una anciana delicada y amorosa.
Donal (Nigel O’Neill) dedica parte de su tiempo a su hobbie: arreglar autos y motores. También va por la noche a beber cervezas al bar del pueblo, donde siempre saldrá a colación cómo es que aun vive con su madre, y de día, a cazar por los bosques que rodean la granja.
Nada de este escenario bucólico -excepto aquel inquietante prólogo en el hospital, con que abre la película- podría hacernos pensar que nos estamos introduciendo en un vibrante thriller, de constantes e impensados giros, sazonado con no poco de tragicomedia.
EL PRIMER GOLPE
La opera prima de Chris Baugh -presentada en Sundance- nos propina el primer golpe apenas pasados los 10 minutos de la hora cuarenta que dura el metraje.
En ese mismo instante Donal comienza a asomarse a tropezones al abismo de una vida de la que creía saber todo.
El campesino apelará, primero, a algo tan primitivo como la supervivencia, a medida que se le viene encima lo que parece una pesadilla pero no es más que la pura realidad.
Como un vendaval, la violencia comienza a invadirlo todo a su alrededor, a cercarlo y marcar sus pasos. Muy pronto se encontrará huyendo y persiguiendo a la vez, mientras busca a tientas la verdad que desconoce y que lo ha llevado a esta impensada situación.
UNA DUPLA DE ANTIHÉROES
En ese errático camino que lo convierte en un antihéroe de ocasión, Donal irá de la mano de un sujeto al que también los vientos del destino lo dispararon lejos de casa: un joven polaco, Bartosz (Józef Pawlowski), que busca desesperadamente a su hermana que ha caído en manos de una red de trata de blancas.
No parece ser casual que Baugh reúna a un irlandés y a un polaco en un frenesí de muertes y sangre, que ninguno de los dos ha buscado, pero que ambos asumen con cierta culpa, la que buscan paliar con ciertos ritos.
Como en el cine negro, los grandes ausentes son la ley y la policía, salvo muy tangencialmente en esos primeros minutos en que se desencadena todo.
EL ORIGEN DE TODO
La venganza, esa palabra que no tiene fin, vibra en esta historia que Donal irá despejando de tumbo en tumbo.
Y si ha logrado lidiar con sicarios torpes y patéticos, muy distinto será llegar al origen de todo: Frankie Pierce (extraordinaria Susan Lynch).
La singularidad de los personajes, las relaciones entre ellos, la astuta concatenación de piezas que arman un puzzle exacto y el ritmo sostenidamente intenso hacen de esta película uno de los thrillers más seductores y entretenidos de los últimos tiempos. Uno que envuelve dramas universales, de aquellos que apuntan directo a la condición humana.
(En Netflix).
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