¿Viudo/a de #BreakingBad? ¡Llame a Saul!
Soy una viuda -y doliente- de «Breaking Bad». Aunque detesto la violencia realista, explícita y para qué decir el gore, no puedo más que afirmar con vehemencia que es la mejor serie que he visto, ever.
Por eso es que cuando se estrenó «Better call Saul» leí la noticia de reojo y arrugué la nariz.
¿Aprovechándonos del mega éxito de BB? Mmmmhhh….
Un spin off de la más premiada de las series de los últimos Emmy sonaba a «no perdamos el vuelito».
Saul Goldman (Bob Odenkirk), amén de uno de los escasos personajes que quedaron vivos tras el capítulo final, era, admitámoslo, la pausa que refresca ¡que aliviaba! entre tanto horror.
Además, los mismos creadores de BB están involucrados en este proyecto.
Finalmente fue una conversación tuitera con @hermeselsabio lo que me abrió la curiosidad. Y venciendo el prejuicio me instalé a verla.
En corto: Ahora soy una adicta.
Sucede que «Better call Saul», una precuela de BB (o sea, sucede antes de que Walter White se transformara en el emperador de la metanfetamina en Albuquerque con su alias de Eisenberg), es tan sorprendente, entretenida y maciza como su nave madre.
La densidad de sus personajes -cada cual podría tener su propia serie-, los giros sorpresivos, la creatividad para componer planos e iniciar los capítulos están aquí también.
Y tiene más humor (del gris oscuro al negro, claro).
Ya por sí mismo Saul siempre fue un poema. Pero aquí conocemos su verdadera historia, que tiene más recovecos que la del mismísimo Walter White.
Cuando parte la serie, Saul no se llama así, ni menos gana plata a manos llenas. Su nombre, para su desgracia, es casi idéntico al del más respetado y cuico de los leguleyos de la plaza. Saul estudió Derecho, sí, pero en una universidad no muy reputada y mientras consigue clientes «de verdad» suplica que le asignen casos en los tribunales (algo así como de estudiante en práctica de la Defensoría Penal Pública).
Por racontos nos vamos enterando que nuestro protagonista tuvo un pasado juvenil del tipo «pastel» y que si no fuera por su hermano responsable se habría quedado a vivir en la cárcel.
Ahora comparte casa con su hermano, ya mayor y algo deteriorado (y que tiene sus peculiaridades), maneja un cacharro que la mayoría de las veces no arranca y el clóset al que llama oficina está al fondo de un salón de manicuristas chinas, tras una cortina hecha de tiritas con bolitas de vidrio.
Pero el tipo se las trae. Tiene labia, perseverancia, una fe incombustible en sí mismo y una capacidad de negociación en situaciones realmente complejas que ya se la quisieran algunas autoridades, políticos y gobiernos.
Claro, es un precipitado y su talento para meter la pata y echarse encima los líos más inverosímiles lo definen.
Pero a veces el azar también juega a su favor y si hay algo que Saul no es, es «quedao».
No hay capítulo que no sorprenda al espectador. Nunca una situación virará hacia el lado que uno prevee.
Not.
Tratándose de Saul, cualquier cosa, pero de verdad cualquiera, puede pasar.
De BB también aparece Mike (Jonathan Banks) como el imperturbable encargado del estacionamiento del Centro de Justicia, con quien Saul se pasa peleando todos los primeros capítulos.
«Better call Saul» vale por sí misma. No hay necesidad ninguna de haber visto BB ni para entenderla ni para gozarla.
Los viudos de BB, claro, estamos encantados de reencontrarnos con Mike y con el sicópata-mamón de Tuco pero, como ya dije, cada uno de ellos tiene tanto que aportar a la historia que da igual si serán luego de la pandilla de BB o no.
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