«BIRDMAN»

Con su sorprendente carga de 9 nominaciones al Oscar (entre ellas, mejor película, mejor director, mejor actor), esta historia de Alejandro González Iñárritu («Babel», «Amores perros») tiene una historia atractiva, escenarios laberínticos y escenas potentes y con nervio.
Pero «Birdman» es antes que todo una película pretenciosa, recargada, que juega a imitar a John Cassavetes y su «Opening Night» sin la genialidad del fallecido realizador, agregándole elementos fantásticos no del todo coherentes.

Riggan (Michael Keaton) fue un taquillero súper héroe de la pantalla en Hollywood, con lo que ganó millones de dólares, un divorcio y una hija drogadicta. Por vanidad, inseguridad o por buscar prestigio decide montar en Broadway una obra teatral inspirada en «¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?», de Raymond Carver. Con su hija (Emma Stone) recién de vuelta de rehabilitación como productora, arma su trouppe. Está a punto de estrenar cuando literalmente deja fuera de combate a un actor porque detesta su desempeño durante el trabajo de mesa. En su reemplazo llega un respetado -y muy pagado de sí mismo- actor (Edward Norton), amante de la actriz principal (Naomi Watts).
Riggan vive atormentado por las voces que escucha de su súper héroe, machacando su cerebro cada vez que está sólo, mientras que a su vez en la calle la gente lo sigue tratando como la estrella de Hollywood que quiere dejar de ser. «Hay una diferencia entre un actor y una celebridad», le advierten con desprecio y la crítica del «New York Times», que lo define como un payaso de Hollywood, no tiene empacho en decirle que destruirá su obra cuando la estrene.

La película no se decide entre el sicologismo del atormentado personaje de Keaton o la dinámica del tras bastidores.
Mucha cámara inquieta, recursos efectistas y una historia con tres finales.