No importa si usted es o no fan, si leyó o no la tira cómica o vio los episodios de televisión.
Es imposible sustraerse al encanto inocente y diáfano de ese mundo de niños pequeños que conforman la pandilla de vecinos y compañeros de colegio de Charlie Brown.
El siempre inseguro y noble Charlie esta vez se enfrentará a una hecatombe: a la escuela y a su vecindario llega una preciosa nueva compañerita, una pelirroja, de la que se enamora no más verla.
Pero ciertamente este hilo argumental es un delicioso pretexto que se nos brinda para ver en sus vidas cotidianas a la mandona Lucy, a Linus, Schroeder y por cierto a Snoopy y Woodstock.
Mientras los niños van y vienen entre juegos, clases, concursos y tareas, Snoopy escribe sus novelas de la Primera Guerra Mundial y sus peleas con el Barón Rojo, aquellas que comienzan con “era una noche oscura y tempestuosa”.
En estos pequeños niños que dibujó Schultz hay bosquejos de personalidades tan universales y reconocibles que han sido capaces de atravesar el mundo entero a lo largo de 65 años.
¿Quién no se ha identificado con la timidez de Charlie? ¿Quién no conoce a una sabelotodo Lucy? ¿Quién no ha tenido un gran amigo como Linus?
Es un mundo intocado, en que los adultos son apenas una voz distorsionada, parte del humor sencillo y certero que saca sonrisas y hasta carcajadas a cualquiera.
Un aire fresco en la cartelera.
(El guión fue escrito por Craig y Bryan, hijo y nieto, respectivamente, de Charles Schultz, y Cornelius Uliano).
IDEAL PARA: airear un poquito el alma.
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