Para darle un título a lo que es su opera prima como directora, la turca Deniz Gamze Ergüyen eligió el nombre de un caballo que corre libre, ágil y hermoso por las inmensas llanuras estadounidenses: Mustang. Estos animales no nacieron salvajes: se escaparon de la manada o se perdieron y se adaptaron a la vida en la naturaleza (también se les llama cimarrón porque el mustang original, que sí era salvaje, se había extinguido).
Las protagonistas de esta película -una de las 5 nominadas al Oscar a mejor filme de habla no inglesa- son cinco niñas huérfanas, entre los 12 y los 16 años, que tras terminar el año de colegio, corren a la playa y juegan alegres con sus compañeros en el mar.
Se acaban de despedir con tristeza de su profesora, que parte a Estambul.
Ellas viven en un pequeño pueblo, a mil kms de la capital, y están a cargo de un severo tío y de su abuela, que las castigará duramente cuando se entere que han estado bañándose en el mar con chicos y correteando por el bosque.
El plan para ellas ya está decidido: arreglarles un matrimonio en acuerdo con familias de la zona que tengan jóvenes disponibles, de a una en turno, por lo que certificar su virginidad es parte relevante de los pasos a seguir.
Pero es verano y ellas se las arreglan para escabullirse y salir de la casa de campo en que están, a divertirse, a mirar por los alrededores. Cuando el tío se entera de estas escapadas, de a poco, comienza a convertir la casona en una fortaleza: puertas con llave, instalación de rejas en las ventanas y luego en todas partes.
Las escenas de travesuras alegres van cediendo paso a la preparación de las niñas para ser mujeres: cocinar, bordar, usar vestidos que parecen hábitos religiosos, servir el café. Y pronto, recibir a las familias con los candidatos a novios.
Imposible no recordar “La Casa de Bernarda Alba”, que Federico García Lorca situara en la Andalucía profunda de 1936, con sus atavismos y sus rígidas convenciones.
Como en la tragedia española, las cinco chicas de Mustang enfrentan su cada vez más asfixiante realidad y lo que les va sucediendo de manera muy diferente.
Estas entrañables hermanas, cómplices en todo -que al principio uno ve como un grupo indistinguible- van revelando sus personalidades y caracteres propios y singulares, en lo que es una construcción de personajes admirable por lo preciso y simple.
El relato lo lleva la menor, una chica despierta e inquieta, que observa, escucha, y no acepta que aquello sea su inexorable destino.
En realidad, la educación que las 5 han recibido choca contra estas tradiciones ancladas en el pasado; ellas saben que en Estambul la vida es otra y que pueden aspirar a un sino muy diferente al que les están imponiendo su abuela y su tío.
La directora va tejiendo una historia con pulso firme y ágil, avanzando por derroteros que en cada escena sorprenden al espectador, en una atmósfera que va tiñéndose de tensión.
Es tal la empatía que despiertan estas chicas -cuyo espíritu brioso, sediento de libertad recuerda al bello animal del título- que lo que les va ocurriendo, en medio de su rutina, atrapa al espectador sin soltarlo jamás. Son niñas, son adolescentes, que sueñan y juegan e iluminan la pantalla aun cuando ellas y nosotros sabemos que estamos caminando sobre un drama de impredecible final.
Parecía que el discurso feminista -cualquiera sea el énfasis con que se le interprete- se había agotado en los ´60. Pero la verdad es que en pleno siglo XXI ser mujer no es fácil en demasiados puntos del planeta. De hecho, la directora -formada en Francia- ocultó el guión a su propio equipo técnico porque la sola difusión de la noticia de que esta película sería filmada provocó tales reacciones que temió que se negasen a trabajar.
Mustang es una ventana a esas realidades que uno no se imagina que porfían por permanecer. Pero lejos del discurso, es, antes que todo, una película aguda, entretenida, emocionante, sorprendente.
IDEAL PARA: abrir los ojos más allá de nuestro metro cuadrado.
Copyright Anajosefasilva.cl 2014