Un dramático e intenso thriller político policial armado con los clásicos códigos de lo mejor del cine negro es el que construye el director sueco de origen egipcio Tarik Saleh en Crimen en El Cairo (The Nile Hilton Incident).
El realizador acierta no solo enla precisa y fascinante descripción de la descomposición social sino que teje eficazmente una intrincada trama de suspenso que mantiene en vilo al espectador hasta la última escena.
Ambientada en 2011 (primavera árabe) en los días previos a la revuelta que derribó al régimen de Hosni Mubarak, La película sigue los pasos de Noredim Mustafa, un policía solitario que mal vive en un desastrado departamento.
Noredim (Fares Fares, sueco de origen libanés), que circula por las caóticas calles de El Cairo en un auto destartalado, está inserto en un sistema en el que la corrupción abierta y desenfadada -y a todos los niveles imaginables- está normalizada.
Él recibe y pide coimas, hurga en las carteras de las víctimas en búsqueda de dinero, abusa de su “chapa” con los más débiles, que es lo menos que hacen sus compañeros, liderados por su tío, a cargo de la Comisaría.
El asesinato de una bella cantante en el Hotel Nile Hilton introduce a Noredim en un laberinto insospechado incluso para él, un hombre que navega por un sistema del todo arbitrario en el que lleva tiempo adaptado.Como todo el mundo en esa populosa ciudad, gente que sobrevive como puede conformando una estructura social descompuesta, con leyes que no sabemos si es que no existen, si no se respetan o una mezcla de ambos.
Tarik Saleh es un maestro describiendo con su cámara, sin dar respiro, esta atmósfera desconcertante, con ritmo nervioso y envolvente, en cada cuadro de una película cubierta siempre por el humo del cigarro de su antihéroe o la indescriptible pátina grisácea del lugar.
Cuando Noredim llega al escenario del crimen en el hotel, donde ya están sus colegas policías (una escena delirante), algo de aquello que alguna vez lo llevó a ser detective se activa en él y comienza a indagar.
Por de pronto, hay una testigo, una camarera sudanesa, que la gerencia del hotel convenientemente despidió.
Su olfato y persistencia lo conducen por el camino acertado, que lo lleva directo a lo peor: la verdad, una que arrasa con todo.
La accidentada travesía por la que Noredin se acerca a recuperar algo de su dignidad perdida va en paralelo a la efervescencia social que termina con el pueblo en la Plaza Tahrir, buscando lo mismo. A un costo elevado, por cierto.
Saleh, director y guionista, tuvo que rodar Crimen en El Cairo en Marruecos.
Su retrato de la sociedad que lo ocupa, los abusos de una elite intocable, protegida por un aparato suprapolicial de temer, es crudo y sin contemplaciones.
Y como en toda película de cine negro no hay nadie ejemplar:solo hay personas peores que otras, femme fatales víctimas y victimarias, mafiosos de poca monta entroncados en una trenza infinita con otros mejor ubicados en esta selva de poder donde gana el más fuerte.
¡Muy buena!
(En Cine El Biógrafo; CinemarkAlto Las Condes, Portal Ñuñoa, Mirador Bio Bio. Mayores de 14).
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