“DIVERGENTE” se toma su buen resto de tiempo en presentar una rebuscada y algo vista historia sobre mundos postapocalípticos y chicos guapos mostrando sus destrezas.
Han pasado 100 años de la guerra que terminó con todo -o casi- en el mundo. Pero en Chicago -muro mediante- una sociedad ha logrado sobrevivir gracias a un fascistoide sistema que divide a las personas en 5 (estereo) tipos o facciones: Cordialidad, Erudición, Verdad, Abnegación, Osadía. Los primeros cultivan la tierra; los segundos son científicos y matemáticos; los terceros son los jueces; los cuartos ayudan al prójimo; los últimos son los guerreros “bacanes”, que luchan y defienden el sistema al estilo “marine”. Cada uno de estos grupos tiene su vestuario asignado, así es que no se preocupe: no se va a confundir nunca.
Cuando cumplen 16 años, los ciudadanos deben elegir a qué facción incorporarse… Pero hay una PSU, que en este caso es una con aparatos electrónicos y ceremonia tipo pueblo ancestral. O sea, eligen, pero el sistema identifica para qué sirven.
Pero hay algo más peligroso aún, porque amenaza el sistema: ser un divergente, un alguien que mezcla todas o varias de estas cualidades.
La puesta en escena rígida de este filme, con detalles hasta ridículos y el poco nervio que el director le imprime, le pone freno de mano a lo que se supone sea un thriller trepidante.
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