EDGARD: UNA BIOPIC ALGO DESABRIDA

J. Edgar, de Clint Eastwood, intenta abordar un personaje no sólo controvertido, sino que genera toda clase de suspicacias, incluso más allá de las fronteras de Estados Unidos de Norteamérica: Edgar Hoover, el poderoso creador de lo que fueron las bases del FBI como se lo conoció mundialmente, del que estuvo a la cabeza durante casi 50 años.
Como una manera de indagar las motivaciones de su conducta pública, la película lo sitúa en su juventud, viviendo con su madre viuda, trabajando de agente cuando su jefe sufre un atentado en su casa.
En un relato que surge a partir del libro testimonial, supuestamente veraz, que le dicta a uno de sus agentes más jóvenes, esta biopic entrecruza, sin profundizar ni jerarquizar, episodios personales y profesionales. Como su propuesta de matrimonio a quien sería su eterna secretaria, Helen Grandy (Naomi Watts), su relación con Clyde Tolson, a quien le heredaría sus bienes, y una cierta indagación a su reprimida y relativamente discreta homosexualidad.
Resulta una biopic fallida, más bien plana, llena de datos interesantes que pasan de largo junto a detalles intrascendentes.
Si bien la caracterización de Di Caprio como Hoover cerca de la vejez (y en menor medida N. Watts) es asombrosamente efectiva, la de Tolson parece hecha por un maquillador reprobado en su pasantía. Y es tan vistoso, que no es un mero detalle.
En todo caso, no va a perder el tiempo… Hay momentos que valen la pena.

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