Carcajadas y arcadas, casi en partes iguales. Eso es lo que provoca El Conde, la película de Pablo Larraín, recientemente estrenada en Venecia. Descrita como una sátira, en rigor estamos ante la más singular mezcla de géneros: humor (desatado) y terror.
Porque esto va mucho más allá de una comedia negra. Y el terror está más cerca del gore que del expresionismo. Los numerosos primeros planos del vampiro masticando corazones tienen poco que ver con lo sugerente e inquietante, propio de ese movimiento surgido en Alemania a comienzos del siglo XX.
El guion nos lanza diálogos y comentarios ante los cuales es imposible no sacudirse de la risa. La extraordinaria prestancia de Jaime Vadell en el rol protagónico contribuye mucho a ello. Ni qué decir del grupete de los hijos (¡gran casting!) ¡Y no hay nada alegre en lo que nos van relatando! Eso es parte de la singularidad de esta película, ese contraste entre una atmósfera fría con la muerte omnipresente, con un cotidiano muy doméstico.
Filmada en un exquisito y cuidado blanco y negro, Larraín logró reclutar como director de fotografía a Edward Lachman (que ha colaborado con Todd Haynes en varias de sus películas). Hay imágenes para quedar extasiados: como el vuelo del vampiro con su capa y uniforme sobre Santiago de noche; o cuando se posa en La Moneda, oscura y solitaria.
Porque este vampiro es Augusto Pinochet, un hombre que ha luchado en las guerras de Francia, que continuó hacia otros lares hasta llegar a Chile, donde finalmente murió. Bueno: es lo que vieron todos, pero él es inmortal y se fue a refugiar a una ruinosa mansión en un perdido lugar del extremo sur, junto a su mujer (Gloria Münchmeyer) y su fiel mayordomo (Alfredo Castro), que lo provee de corazones congelados para masticar y beber su sangre.
Pero el hombre/vampiro está muy aburrido (la vida eterna tiene sus tedios) y sobre todo molesto con las noticias que lee, donde lo sindican como un ladrón. Más encima, a poco andar llegan su hijos, impacientes por recibir su herencia. Y una monja (Paula Luchsinger) con la misión de exorcizar al maldito.
Hay una voz que nos conduce en un relato en off, que hacia el final nos depara otra sorpresa.
Así como tiene secuencias asombrosas y momentos de gran ingenio, El Conde no parece ir más allá de un interesante ejercicio de estilo. El que Pinochet esté vivo es más una licencia poética de los realizadores que una invitación a reflexionar sobre la vigencia simbólica del dictador. Tampoco es para escandalizarse tachándolo de frivolidad.
Si tiene buen estómago, véala y salga de la curiosidad.
El Conde
Dirección: Pablo Larraín
Guion: Guillermo Calderón, Pablo Larraín
Fotografía: Edward Lachman
Reparto: Jaime Vadell, Gloria Münchmeyer, Alfredo Castro, Paula Luchsinger, Antonia Zegers, Amparo Noguera, Marcial Tagle, Diego Muñoz
Chile, 2023
Duración: 110 min.
En cines desde el jueves 7. En Netflix desde el 15
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