Una singular fábula de ribetes fantásticos es ‘EL INVENTOR DE JUEGOS’, la historia de un pequeño, Iván Drago (David Mazouz) que al contrario de lo que quisiera papá (Tom Cavanagh) no está interesado en los deportes ni en las ferias.
A él lo que le fascinan son los juegos de mesa y sobre todo, inventarlos.
Un día descubre un concurso. Manda su invento y de regreso le llega una carta de la Compañía de los Juegos Profundos informándole que su proyecto ha quedado entre los 10 mil finalistas. Con la complicidad de su madre y sin que se entere su padre, Iván persevera hasta recibir el premio mayor.
Pero la vida da un dramático giro que conducirá a Iván a un siniestro colegio cuyo edificio se está literalmente hundiendo.
La creación de lugares, objetos y mundos es fascinante (el colegio-castillo empantanado es delirante y asombroso). El relato como tal cobra fuerza hacia el final.
Es difícil determinar a qué tipo de público puede apuntar esta película. Por de pronto, a niños pequeños, no. Tiene su complejidad, ciertos tintes sombríos y dura casi dos horas.
Si se decide a verla, no la vea en 3 D. No sólo no se justifica, sino que molesta en una producción que se prodiga en detalles singulares de una cuidada dirección de arte.
Doblada al castellano.
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