Busanhaeng Elenco: Gong Yoo, Jung Yu-mi, Ma Dong-seok y Kim Eui-sung. Director: Yeon Sang-ho. Corea del Sur, 2016. Duración: 118 min.
Los espectadores de cine (y de series de TV) se dividen en dos: los que aman las películas de zombies y los que las detestan.
Luego de confidenciarles que pueden ubicarme en el segundo grupo, les digo categóricamente: no cometan el error de huirle a este título.
Train to Busan, el nombre en inglés de Estación Zombie, es un muy entretenido thriller de alta tensión, visualmente espectacular, y es más bien la forma dramática elegida por el director Yeon Sang-ho para envolver una certera reflexión social, que involucra dramas familiares y personajes reconocibles y universales.
Todo perfectamente engarzado en un guión preciso, en el que cabe el humor pero nunca el gore (ese subgénero destinado a provocar repulsión), y que desgrana una acción frenética que Sang-ho maneja con mano diestra.
Todo lo cual explica que la película se haya convertido en un fenómeno de taquilla a nivel mundial y que su director esté considerado entre los más interesantes de la nueva generación de realizadores coreanos (estuvo en Cannes y en Sitges con esta película).
Busan es la segunda ciudad más importante de Corea, después de Seúl.
La pequeña Soo-ahn vive en la capital con su abuela y con su padre, Sok-woo, un joven y rico gestor de inversiones, dedicado cien por ciento y con mano de acero a su rentable negocio. A él no le queda tiempo para su hija y se siente culpable; pero a su cumpleaños llega no solo tarde sino que con el regalo equivocado.
Probablemente por ello, Soo-ahn está empeñada en viajar a Busan —distante a 442 kms de Seúl— a ver a su madre.
Cuando se convence que la niña está decidida a hacerlo sola, el hombre, tensionado y siempre pendiente de lo que le informa su subalterno vía celular, se resigna a subir con ella al tren de alta velocidad que va de Seúl a Busan.
Sok-woo ha visto, la noche anterior, carros policiales que casi chocan con su auto en una persecución que no alcanza a saber de qué se trata. Probablemente, los otros los pasajeros, que, ajetreados se suben al tren, también han visto algo a lo que no le dieron importancia. Ensimismados, cada uno en lo suyo, de hecho tampoco prestan atención, mientras se acomodan para partir, a lo que ocurre en el mismo andén, a centímetros de sus narices y que los espectadores observamos por las ventanillas.
Lo que sucede afuera es aterrador. Pero no se enteran hasta que el tren inicia su marcha y la pesadilla de afuera entra en uno de los vagones, en la forma de una chica contagiada por un virus que convierte a una persona, en segundos, en un rabioso zombie. Recién miran hacia afuera y ven a cientos de “ex-humanos” corriendo tras el tren dejando manchas de sangre en los vidrios.
Lo que sucede de allí en adelante es todo menos predecible: el espectador sabe tanto como estos viajeros, que se van enterando por la televisión de la magnitud del desastre. Y como es un tren de muchos carros, cada grupo estará desprevenido frente a una amenaza que no deja tiempo para reaccionar.
Sok-woo, nuestro protagonista, es un antihéroe por definición, una suerte de lado B de un zombie, como lo deja en claro el divertido personaje que cuando se entera de su trabajo le espeta, riendo: “¡una sanguijuela que se alimenta de los demás!”.
En su manera de vivir, el egoísmo es su motor. Ante un gesto de solidaridad de su hija la reprende con un “¡en este momento sólo debes preocuparte por ti misma!”.
Pero pronto entenderá que su hija tiene razón.
Salirse de sí mismo, saber ponerse de acuerdo, ser capaces de trabajar unidossin que un líder supremo nos dicte lo que hay que hacer, porque hasta un mendigo cojo es un ser humano con una riqueza que aportar, es la única posibilidad de salvación.
Siempre ha sido así en la historia de la humanidad. Solo que a menudo lo olvidamos.
Por momentos sentimos que no hay tanta diferencia entre los zombies y los “no contagiados”. ¿Qué nos hace humanos? El arte, nos dirá la prodigiosa secuencia de cierre.
La tensión de esta claustrofóbica road movie nunca suelta al espectador. Y usted no sabrá hasta el final quién aprendió estas lecciones éticas, encarnadas en una niña; quién no y a qué costo.
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