Director: Alex Garland Reparto: Domhnall Gleeson, Alicia Vikander, Oscar Isaac, Sonoya Mizuno. Año: 2015. Duración: 108 min. País: Reino Unido UNA JOYA DE PELÍCULA. (En Fílmico, Paseo Las Palmas. En Amazon).
Envuelta en una historia high tech sobre Inteligencia Artificial -con un lujoso despliegue arquitectónico y de diseño como para extasiarse- Ex-Machina va camino a convertirse en una de las películas más inquietantes y cuestionadoras sobre la condición humana en lo que va de 2015.
Ya estrenada en varias latitudes, son tantas las opciones de reflexión que provoca desde diversas perspectivas, disciplinas y ángulos, que ha ido dejando tras su paso por cartelera una verdadera catarata de comentarios, críticas e interpretaciones de lo más variopintos.
La coproducción EE.UU./Gran Bretaña es dirigida por Alex Garland, el guionista de la más que interesante Exterminio (28 days later), de Danny Boyle, que desde otro universo fantástico, también rondaba en torno a la necesidad gregaria del hombre, como el animal político que ineludiblemente es, que requiere vivir inserto en una organización o polis. Porque más allá de la anécdota de epidemias y vampiros, lo que subyace en esa historia es el temor a quedarnos solos.
Con esa misma mano tensa de Boyle y con los códigos de un thriller, Garland conduce Ex Machina, en un escenario diametralmente opuesto al del Londres fantasmal, oscuro y sucio de Exterminio.
Caleb (Domhnall Gleeson), un joven programador en una gran empresa tecnológica en Nueva York, gana un premio: pasará una semana en la mansión del fundador de la compañía, el solitario y enigmático Nathan (Oscar Isaac, Inside Lewyn Davis VER COMENTARIO) situada en una inmensa hacienda rodeada de bosques, cascadas y riachuelos, a la que será conducido en un nada breve viaje en helicóptero.
En este entorno paradisíaco, la rústica y más bien pequeña entrada de madera desconcierta a Caleb. Una voz le invita a acercarse y por una ranura recibe una tarjeta con la que ingresa.
Ante sus asombrados ojos se abre una inmensa construcción en diferentes niveles -nunca acabamos de verla en su totalidad- con amplios espacios, escaleras, ventanales, terrazas y muchos subterráneos de impecable decoración minimalista.
Lo que en realidad hay allí es un complejo tecnológico de última generación, que incluye un laboratorio de inteligencia artificial.
Nathan (espléndido O. Isaac), debajo de su cordialidad, es un tipo sutilmente desagradable, intimidante. A veces bebe mucho alcohol, hace pesas y ciertamente no está interesado en el prójimo. Ha traído a Caleb para que sea la parte humana del test de Turing de su último proyecto de inteligencia artificial: Ava (Alicia Vikander, en un formidable y complejo desempeño actoral).
De ahí en adelante la película va anunciando y presentando las sesiones de Ava -con su cuerpo que es un tejido plástico y metálico con zonas transparentes- y Caleb.
A partir del contraste con la máquina, que ha de surgir en estas sesiones, la cuestión de qué es la esencia de lo humano no parece algo sencillo de resolver. ¿Los sentimientos, las emociones, la necesidad de libre albedrío?
Pariente muy lejana de Her (COMENTARIO) -que es básicamente una historia romántica del género fantástico- Ex Machina bebe de una tradición por la que han circulado desde Metrópolis y Frankenstein a Blade runner, incluyendo Matrix y hasta 2001: odisea del espacio.
Los «entes» creados por el ser humano, el Golem (el mito de la creación de vida por parte del hombre).
A ritmo de thriller, Ex Machina es una película existencial que se pregunta sobre los límites del sueño de los hombres de ser dioses, demiurgos, una reflexión sobre el amor y la muerte y también sobre Dios.
La omnipotencia y soberbia con que se mueve Nathan es su pecado original: él y su privilegiado intelecto no necesitan de nadie para vivir. Algo de ello se asoma también en Caleb, sólo que en versión naif y más bien embrionaria. (Mientras Nathan cita a Pollock, Caleb hace lo propio con Oppenheimer).
Tres protagonistas con nombres bíblicos: no es mera casualidad. Ava (nombre inglés para Eva), una criatura que quiere su libertad, que no distingue el bien del mal, que no conoce el pecado, es, al fin de cuentas, un muy exitoso experimento de Nathan. Irónicamente, hecha a imagen y semejanza del hombre (¿o más bien de una mujer, con esas inasibles «cualidades blandas» fuera de cálculo?).
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