¿Se acuerda de aquello de las 42 frases?
Pues, su creador, el actor Koke Santa Ana, es ahora el protagonista de una comedia realizada por otro chileno, Cristóbal Ross, y que está nada más y nada menos que en Netflix: «Gringolandia».
Pero esto empezó (¡y sigue ahí!) en youtube.
Básicamente esta comedia narra las aventuras y desventuras de un chilenillo promedio que se enamora de una «gringa» y se traslada a vivir con ella a Manhattan.
Nerd, pero empeñoso, Peter descubre que no hay nada más fome que los hot dogs gringos y decide emprender con su carrito de completos.
No hay que ser experto ni pertenecer a la generación Millenium para descubrir la partida de nacimiento de «Gringolandia»: a ojo de iniciado denota inmediatamente su origen de web serie, esa nueva forma de hacer ficción (y no ficción o ambas mezcladas con total libertad) de la que hay exponentes fascinantes en todo el mundo.
Lo más cercano al cine de garage, se construyen desde la frescura y la naturalidad de quienes simplemente quieren relatar algo, aprovechando la misma tecnología que está al alcance de cualquiera, pero con ingenio, humor y convicción. Y sobre todo, sin el menor pudor: el material principal son ellos mismos.
Cierto. Hay mucho de freak en algunas de ellas, pero hay genialidades como la española lavida.es (espléndido trabajo de posproducción) o la argentina La loca de mierda.
«Gringolandia» está a medio camino entre web serie y sitcom. Porque si bien sigue el principio que dice que las nuevas audiencias eligen lo que ven desde sus propias pantallas y le prestan atención por breve tiempo, para armar una serie con propiedad se requieren guiones, actores (la gringa amiga es lo mejor) y todo lo que es producción.
Por ello, para llevarla a Netflix Ross hizo algunos ajustes.
El resultado es una serie divertida, con mucho de filosofía selfie (o hablar a la cámara, o al público, como en el viejo teatro), que se deja ver muy agradablemente.
Y aunque tiene su progresión dramática -las situaciones van cambiando- sus capítulos son muy cortos y no hay necesidad imperiosa de verlos todos a la vez (tampoco se demoraría mucho).
El perfecto antídoto a la última adicción: la seriemanía, que tiene a medio mundo ¡horas!, fines de semana enteros, pegado a la última maravilla que le recomendaron, que suele ser un largometraje por capítulos (muuuuuuchos capítulos).
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