Como sacado de la mesa de trabajo de sus propios guionistas, en solo un par de días, la producción de House of Cards , que filmaba su sexta temporada, se descarriló estrepitosamente. Una acusación de abuso sexual contra Kevin Spacey, de la que deben estar enterados hasta en Corea del Norte, precipitó los hechos al punto que Netflix emitió un comunicado señalando que se suspendían las grabaciones, hasta nuevo aviso; que se tomarían un tiempo para ver qué hacer.
La escueta redacción da cuenta de que Netflix está en un zapato chino: no puede cancelar así no más la sexta temporada de House of Cards porque en la quinta quedaron muchos asuntos por resolver.
Ya que Spacey fue “apartado” del elenco, “Variety” informó que una de las alternativas que se barajan es hacer un spin off en torno a Doug Stamper (Michael Kelly), el perro fiel hasta límites inauditos de Francis Underwood (K. Spacey).
Puede ser: gracias a esa lealtad canina, Doug es de los pocos personajes que ha sobrevivido, literalmente, y permanecido cerca de la letal pareja que manda en la Casa Blanca. Y en el último episodio que vimos cobra especial relevancia.
Pero ¿es la vida y padecimientos de Doug Stamper lo que calmará nuestras expectativas y ansiedades?
No lo creo en absoluto.
Ahora le toca a Lady Macbeth.
Más que la serie inglesa de los ’90 en la que se inspiró (y que también está en Netflix), esta versión —que partió siendo la perfecta mezcla de “Ricardo III” y “Macbeth”— fue rápidamente desplegando sus mejores momentos con el desarrollo del personaje de Claire. Algo que se fue acentuando a pasos agigantados a medida que avanzaban las temporadas.
Como ya lo saben los fans, en el último episodio de la T5 —la más desatada de todas—, Claire Underwood (la magnética Robin Wright) juró como Presidenta, como parte de otra audaz jugada de Francis para evitarse el impeachment, movida que incluyó, cómo no, el chantaje al diputado que lideraba la acusación en la Cámara.
“Si te entregas antes de que te atrapen, controlas todo”: es lo que puso en práctica Francis.
Su renuncia —que deja a Claire en su puesto— está amarrada a que la nueva Presidenta lo indulte. Es el acuerdo al que llegaron.
Aunque él, por cierto, se resiste a dejar el primer plano. “Déjeme recordarle que no hay nada más peligroso que yo”, le advierte enrabiado a Mrs Davis (Patricia Clarkson), una sátrapa a su altura.
Pero no le queda más remedio. Sus tropelías y los cadáveres que ha desparramado habían empezado a salir a la luz; muy especialmente el de la periodista Zoe Barnes (Kate Mara), un alevoso homicidio perpetrado por Francis en los primeros episodios. Del delito se hace cargo Doug (¡cómo no!), declarándose culpable.
Pero hay un sabueso de la prensa —el experimentado Hammerschmidt— a quien las piezas no le calzan.
En esa quinta temporada, hay que recordar, los asesinatos a sangre fría se prodigaron. Uno de los más escalofriantes fue aquél cometido por la nueva Presidenta, sin perder un ápice de su elegancia y sex-appeal.
Rodeada de víboras, hienas y traidores que juegan doble y triple, es la hora que Claire nos demuestre que no hay nada ni nadie en este mundo que la haga perder el paso; ni nada ni nadie que supere esa sagacidad felina que hacen de ella un animal siempre alerta, veloz y desconfiado. Aunque admita que quizás deba “tomar veneno para seguir viva”.
Pero, “el poder es un fin en sí mismo”, como dice su marido a cámara, citando a Gore Vidal.
Ella suele ser más escueta, reservada; precisa como un estilete.
“Es mi turno”, se limita a decirse a sí misma Claire Underwood.
Deléitese repasando esa temporada 5.
House of Cards
5 temporadas disponibles en Netflix
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