The Ballad of Buster Scruggs Reparto: Tim Blake Nelson, Zoe Kazan, Tom Waits, James Franco, Liam Neeson, Harry Melling, Bill Heck. Dirección: Joel Coen, Ethan Coen Estados Unidos, 2018. Duración: 132 min. (En Netflix)
El Estados Unidos profundo, el western de ahora y el de antes marcan la cinematografía de los hermanos Coen. Con La Balada de Buster Scruggs -una película, nominada a tres Oscar, que es en realidad una serie de seis cuentos- se detienen en esos personajes que nos hacen pensar que la historia tiene algo de inverosímil. Y que sin embargo, sucede.
En su duración total de 132 minutos hay parajes y seres muy distintos; historias contenidas y otras desatadas; tragedias que no se ven venir y relatos inquietantes. Lo que siempre hay es uno o muchos cadáveres (esto último, las más de las veces). Y muchas armas.
La Balada de Buster Scruggs es un compilado de lo arquetípico del Far West, que de pronto cruza la barrera del realismo.
Si se la mira de un sopetón, el cambio de “marcha” entre uno y otro relato puede producir desconcierto y empujar a la conclusión de que se trata de algo de calidad dispareja. Existe la opción de verlos por separado, como mediometrajes, pero el contraste y ese denominador común que hay que descubrir es quizás una de sus más grandes virtudes.
Para mayor claridad, se inicia con la imagen de un libro antiguo, con ilustraciones coloreadas, título y leyendas que se muestran y escuchan en off: “Otros cuentos de la frontera estadounidense”.
En el primero es donde más se marca ese mix de violencia y humor tan característico de buena parte de la filmografía de los Hermanos Coen. Un pistolero de aspecto más nerd que rudo -muy producido en su indumentaria, caballo incluido- narra a cámara sus proezas, aquellas que lo tienen en letreros de Se Busca. Es el propio Buster Scrugss, a quien luego veremos en acción. Siempre en esa misma actitud de chico YouTuber grabando imágenes de cuántos muertos deja en el camino, lo que acompaña con el relato explicativo de su código ético.
Los forajidos, las cantinas, la música de armónica y duelos a pleno sol de la historia de Scruggs dan paso a un inverosímil paraje desértico en medio de cuya inmensidad solo hay una sucursal de un banco y un pozo de agua, con la advertencia que no se puede beber de allí. Hay un cajero y un asaltante. La deriva de la historia es alucinante.
De allí, la cámara se traslada a un escenario de montañas y bosques por donde una diligencia -con un conductor (Liam Neeson) y su acompañante- circula de pueblo en pueblo con un curioso número semi circense donde los relatos son lo central. Una historia sordamente triste.
El cuarto episodio se abre a paisajes verdes y hermosos, con bosques habitados por animalitos y un riachuelo, al que llega un rústico y anciano buscador de oro para afanarse en lo suyo.
Lo que sigue es un clásico del western: las caravanas que llevan familias por el desierto, territorio indio y por tanto peligroso; un cuento de singular deriva y giros sorprendentes, que por momentos pudiese ser descrito como una historia de amor.
El que cierra es el más particular de todos: transcurre íntegramente en una diligencia que comparten personajes muy diversos, a quienes los ocupan asuntos tan disímiles que desde allí surgirán los diálogos y comentarios más improbables, de esos de los que no se puede huir, apretados todos como van hasta llegar a la próxima parada.
Lo que atraviesa los seis relatos es una muy aguda reflexión sobre la muerte y lo azarosa que puede ser. El destino es lo que es (nadie se muere en la víspera; ni siquiera en el lejano oeste) y todos los finales son, por tanto, impredecibles y hasta abruptos.
Las elipsis nos evitan la crudeza de ciertas escenas, no de lo que hay tras ellas o sus consecuencias.
Las dosis de melancolía, tragedia, tristeza, misterio, amor, crueldad, suerte (para bien o para mal) se distribuyen indistintamente, con el humor colándose aunque sea en dosis mínimas y hasta escalofriantes.
Como la vida misma.
(En Netflix).
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