Una película emotiva, que mantiene el interés del espectador, agradable de ver.
Eso es «La dama de oro», un filme cuyo mayor atractivo es el protagonismo de Helen Mirren, y que se emparenta con «Philomena». De hecho, el personaje de Maria que construye Mirren es, en cuanto a recursos histriónicos, muy similar al que hizo Judi Dench en ese filme.
Aquí también el relato se estructura a partir de la relación de dos personas que no quieren trabajar juntas pero que no sólo terminan aceptándose el uno al otro sino que, en una simbiosis perfecta, consiguen largamente lo que buscan.
En este caso, Maria -una mujer mayor, de origen judío austríaco, que vive en California- descubre que muchas de las obras de arte que su familia tenía en su casa en Viena, y que les fueron arrebatadas por los nazis, ahora pertenecen al estado de Austria. La más importante, un retrato de Adele, esposa de su padre y quien la crió a ella y a su hermana, pintado por Klimt: La dama de oro.
Un joven abogado, Randy, hijo de su amiga, emprenderá con ella la aventura de rescatar lo que es suyo. El problema es que Maria aún tiene cuentas pendientes con su doloroso pasado.
Basada en hechos reales, esta es otra más de las películas sobre el robo de obras artísticas de los nazis a familias judías.
Lo interesante -aparte de los bellos escenarios y las excelentes recreaciones en racontos y flashbacks- es observar cómo Maria no puede terminar de cerrar sus heridas sin enfrentar sentimientos ocultos no del todo resueltos. Y esos, no tienen que ver con los victimarios, sino que con ella misma.
IDEAL PARA: fans de Helen Mirren.
TRAILER:
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