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LA ENFERMEDAD DEL DOMINGO: MOTIVOS PARA UN ABANDONO

Reparto: Bárbara Lennie,  Susi Sánchez,  Miguel Ángel Solá,  Greta Fernández, Richard Bohringer. Dirección: Ramón Salazar. España, 2018. Duración: 113 min. (En Netflix).

LA ENFERMEDAD DEL DOMINGO: MOTIVOS PARA UN ABANDONO

Rica en imágenes y tomas cuidadosamente pensadas -ya sea captadas en suntuosos y fríos salones o en la naturaleza salvaje en bosques y ríos- La enfermedad del domingo es la historia de un reencuentro, un relato que elude cualquier estereotipo, lugar común o solución melodramática.
La película de Ramón Salazar (España,1973) se inicia en la mansión en Barcelona donde Anabel (Susie Sánchez), casada con un rico empresario, se ocupa de los últimos detalles de un banquete que se  realizará en unos  momentos más. La reconocida socialicé -una señora algo mayor, de gran estampa y rostro duro- da instrucciones a un batallón de jóvenes contratado/as para servir la mesa.
La cena transcurre normalmente, salvo por ciertos detalles más o menos insignificantes, algunos solo percibidos por la dueña de casa.
Uno de ellos -una copa de vino servida por error- tiene que ver con la irrupción de Chiara (Bárbara Lennie), una mujer que bordea los 40, muy delgada, seria y de mirada decidida. Cuando se le planta delante, una vez finalizado el evento, a Anabel le cuesta reconocerla. Chiara es su hija, una que dejó abruptamente junto a su padre, cuando era una niña de unos 8 años, en un caserío francés donde alguna vez Anabel vivió antes de convertirse en la dama de alta sociedad que es hoy.
Consciente del estado de alerta que provoca en su madre, a quien hasta ahora no había vuelto a ver más, Chiara le lanza sin preámbulos, y con algún escueto y filudo comentario, su desconcertante petición. No. No quiere dinero. Ni herencias. Ni cariño. “Necesito que pases 10 días conmigo”, le dice, seca y sin la menor expresión en su imperturbable rostro.
Si la sola presencia de Chiara es incómoda -para la familia y su entorno y para el espectador- esta singular solicitud, que no ahonda en más explicaciones, instala una tensión que ya no dejará más la historia.

“¿QUÉ QUIERES DE MÍ?”

Anabel se traslada con Chiara a la cabaña en el bosque desde donde una vez se fue para nunca más volver.
Lo que se supone es un reencuentro madre-hija es virtualmente una historia de misterio, con una situación y una “anfitriona” intimidantes por defecto.
Por distintos motivos, que más se adivinan que lo que se ahondan, ambas son mujeres con un aparato emocional atrofiado: de allí, es improbable que se produzca alguna situación emotiva (tal como habituamos a verlas).
Hay un solo instante en que Anabel sonríe. Hay un solo instante en que Chiara sonríe. Son momentos distintos -ellas casi nunca encajan- y por un solo instante se ven bellas.
Lo que Salazar instala en medio de esos bosques fríos y su pueblo aledaño es un suspenso tenue pero sostenido. Porque salvo permitirnos conocer la verdad de alguna mentira, no sabemos sino hasta el final la respuesta a las dos preguntas que Anabel formula en varios momentos a su hija: “¿por qué estoy aquí?”, “¿qué quieres de mí?”.
Sí va poniendo pistas e imágenes cargadas de sugerencias o deja caer algunos “datos”. No más.
La separación entre una secuencia y otra es marcada por el sonido que hace una máquina de pasar diapositivas. Salazar dice que pensó esta historia como quien une dos fotografías: concretamente, se inspiró en una que pertenece al álbum familiar de Serge Gainsbourg y Jane Birkin y la otra, al fotógrafo Jaime Olías. La película imagina los hechos que ocurren entre estas dos instantáneas.
¿Qué lleva a una madre a abandonar a su hija, así como así, aparte de todo lo que hemos visto en dramas de distinto (o ningún) espesor artístico?
La respuesta aparece en una conversación -de cierto tono cínico- en un café en París y tiene relación con el título del filme. Reflexiones breves sobre memorias estancadas, pulsiones profundas que nunca abordaría una telenovela y que se vinculan, vivencialmente, a ese sentimiento pedestre de los domingos, a medio camino entre el tedio del día y el stress de la rutina que está por volver.
La enfermedad del domingo es una película bella, áspera, fuerte, triste, sin guiños a la platea, aunque a medida que se le toma distancia uno se da cuenta de cuánto ha sido remecido. Y eso es mucho.
Gran cine. Como para sentarse a conversarlo en un cine-club tras recuperar el aliento.
Para cinéfilo/as y humanistas de profesión y vocación.

(En Netflix).

FRASE CLAVE

“Está la memoria que se mueve        y  nos ayuda a vivir. Y hay otra que se estanca. Muy poderosa. Y si no somos capaces de ponerla en movimiento, nos arrastra hacia abajo”.

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