Contar con Michael Fassbender, Alicia Vikander y Rachel Weisz en el reparto es un lujo asiático. Si agregamos que esta fue la película donde nació el romance entre los dos primeros, bueno, ¡los publicistas ya no quieren más!
Más importante aún es que La Luz entre los Océanos está basada en un best-seller, la novela romántica de M.L. Stedman.
Magníficamente filmada por Derek Cianfrance (director de la estremecedora y trágica Blue Valentine) narra la dolorosa historia de un joven soldado, herido en el alma tras vivir horrores que nunca comunica en el campo de batalla de la Primera Guerra Mundial. Es diciembre de 1918 en Australia y Tom Sherbourne (Fassbender) viene del frente occidental.
Este dramático relato de amor, redención y perdón pudo ser una gran película, pero todo está organizado de modo tan previsible y tan llena de estereotipos que impide la necesaria empatía con el espectador.
Material hay y puede que sí consiga muchas lágrimas entre espectadores bien predispuestos.
Tom llega a un lejano pueblo costero donde será recibido por quien será su superior: ha decidido ingresar al Servicio Comunitario de Faros. “Después de Francia, me viene bien estar aislado”, se limita a explicar el sombrío Tom, ante la radical opción que ha tomado de convertirse en “farero”.
En la hermosa casa de los Graysmark conoce a la bella e impetuosa Isabel (A. Vikander) con quien terminará casándose. Con ella, entonces, partirá al peñón de la costa oeste de Australia donde cumplía sus labores en el faro.
La felicidad de tener un bebé termina en tragedia cuando éste muere y luego Isabel pierde otro. Entonces aparece en la orilla un bote con un hombre muerto y una guagua que Isabel hace suya. Tom, quien debería informar sobre el asunto, se ve jalonado entre su deber ético y la desesperación de su mujer.
La conciencia de este hombre ético no lo deja en paz.
Y sí, pronto la verdad se asomará con la aparición de Hannah (R. Weisz).
La luz entre los océanos tiene todo para ser un drama estremecedor pero —aparte de la grandiosa belleza del mar, los paisajes, las luces y sombras del cielo, mostrados en los grandes planos generales— la película transcurre de manera más bien monótona, a pesar de la cantidad de situaciones epatantes que se van relatando.
Curiosamente, lo que menos hay es química entre esta pareja. La pasión que mueve montañas —en este caso, faros— no se siente por ninguna parte. Tom e Isabel más bien parecen un convencional matrimonio decimonónico. ¡Y vaya que sufren y luchan por su amor!
El director intenta resolver esta contradicción con primeros planos a sus rostros compungidos, pero ni así…
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