¿Era necesaria una tercera parte de la desabrida saga de “La Momia”? Para el cineasta Stephen Sommers (ahora en calidad de productor) parece que sí; más aún después de lograr un conveniente acuerdo con China. Es que a la luz de los Juegos Olímpicos de Beijing, el país facilitó las locaciones y puso a dos de sus estrellas más importantes en el elenco: Jet Li y Michelle Yeoh.
Con este grado de oportunismo, “LA MOMIA: LA TUMBA DEL EMPERADOR DRAGON” pretende vendernos una vez más al tieso Brendan Fraser como un aventurero al estilo Indiana Jones y, justificando los 175 millones de dólares del presupuesto, trata de sorprendernos con escenarios suntuosos y efectos digitales gratuitos.
Esta es una película que fracasa en todos sus propósitos. No da risa, no divierte y el exotismo oriental sobre el que se apoya es de caricatura. Para peor, se entrega a la melosidad en los minutos finales, se enreda en explicaciones absurdas y ni siquiera ofrece muchas piruetas del ágil Jet Li.
Es un buen ejemplo del preocupante estado del cine de entretención hollywoodense, con sus fórmulas prefabricadas, sus excesos y su intento desesperado por asombrar al espectador a fuerza de efectos y ruido. Todo mal.
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