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LEVIATÁN: CÓMO SE COCINA LA CORRUPCIÓN

Leviafan (Leviathan) Director: Andrei Zvyagintsev Reparto: Vladimir Vdovichenkov, Elena Lyadova, Aleksey Serebryakov. Año: 2014. Duración: 141 min.País: Rusia MUY BUENA. CINE-ARTE.

LEVIATÁN: CÓMO SE COCINA LA CORRUPCIÓN

Esto es cine de alto voltaje. Arte mayor y no apto para todo público.
La rusa Leviatán (Globo de oro a mejor filme extranjero y candidata al Oscar 2015; premio mejor guión en Cannes) es una tragedia inapelable, que golpea con sus imágenes inmensas y cargadas de significado, mientras desgrana una historia que no da tregua, con un agitado mar de fondo, desde el cotidiano de un hombre corriente. Un ciudadano destruido por la corrupción, la que se trenza sólida entre los poderosos.
Como que es una versión moderna de Job, ese hombre justo de la Biblia que lo tenía todo y para probar que aún en la desgracia seguiría alabando a Dios, el ángel acusador hace caer sobre él todos los males imaginables. Tanto sufre que llega a decir: «Maldita la noche en que fui concebido (…) ¡Ojalá la hubieran maldecido los hechiceros, que tienen poder sobre Leviatán!». (Job, 3).
Leviatán, monstruo marino, es el que parece levantarse contra Kolya en esta aldea costera de la región rusa de Murmansk. Su desgracia: tener una casa frente al mar, que el todopoderoso alcalde Vadim -un sujeto mafioso y deleznable- ha decidido expropiarle para dar espacio a un proyecto inmobiliario.
Tras enviudar, con un hijo de unos 12 años -difícil como cualquier adolescente dolido- este mecánico, que atiende su garage ahí mismo, se ha casado con Lylia, una mujer joven y bonita, que trabaja en una factoría de pescado de la zona.
Kolya ha recurrido a su amigo y compañero del Ejército, Dimitri, un prestigioso abogado de Moscú, para que lleve su caso. La sentencia -leída por las juezas como una letanía aplastante y monótona- no le es favorable.
Pero el abogado tiene una carpeta (con boletas ideológicamente falsas, podríamos decir por acá) y un intimidante recado del «comisario» desde Moscú que inquieta al alcalde Vadim. Tanto como para reunir a sus asesores y luego a sus matones.
Mucho vodka, armas de fuego para divertirse en los paseos familiares, comentarios banales sobre la autoridad («cualquier policía corrupto puede comprarse un auto en 5 años»), las olas y la música de Philip Glass bañan y envuelven esta historia de una Rusia «hermosa y podrida», como la describieran en Cannes.
Ver Leviatán es como sentarse a mirar en primera fila cómo funciona y se cocina la corrupción: un tipo seguro, decidido e inescrupuloso; la impavidez de quienes no han sido afectados (aún) por los abusos; el paso al costado de quien pudo hacer algo pero optó por no ser héroe y retirarse a su zona segura; la preocupación de los empleados del corrupto por no perder sus privilegios; las debilidades de las propias víctimas que, seres humanos al fin, no dimensionan cuán grave es, en ciertos momentos, dar un paso en falso. Y un líder religioso -un prelado de la iglesia católica ortodoxa- que está muy satisfecho por las formalidades con que rigurosamente cumple el alcalde y no ve por ninguna parte, aunque esté frente a sus narices, las graves injusticias y abusos que se están cometiendo.
En el encuentro de Kolya con un cura sencillo ocupado de ayudar al prójimo («¿a quién le oras?») aparece el nombre de Job y el Leviatán.
Pero aún quedan las imágenes más devastadoras, escenas elementales y simples como un spot de televisión, pero amargamente cargadas de significado para el espectador que ha visto deshacerse la vida de un hombre, cuadro a cuadro, en 140 minutos, paso a paso.
Reconocido admirador (fan, más bien) de la obra de Dostoievsky, el director y coguionista Andrey Zvyagintsev (The return, León de oro de Venecia en 2003), afirma que se hizo cineasta a causa de Antonioni y que admira a Bergman, Bresson y Tarkovsky, entre otros.
La impronta rusa -fíjese en los detalles- de Leviatán está marcada a fuego. Pero esta es SU obra y tiene sello propio.
Un dato curioso. Dicen que para escribir el guión Zvyagintsev se inspiró en la historia de un tejano, Marvin Heemeyer, de Granby, Colorado.
La corrupción y el abuso de poder pueden ser universales, pero no todos los días uno tiene la opción de sentarse a mirar cómo se desnuda, magistral y bellamente, su complicado engranaje.

IDEAL PARA: Cinéfilos duros; lectores de Dostoiesvky, Tolstoi.

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