Antes de que Hollywood se les adelantara, en Suecia (gracias a Dios) se les ocurrió hacer la versión fílmica del súper best seller de ese país “LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES”, primero de la trilogía de Stig Larson, “Millenium”.
Lisbeth es una chica con aspecto de chico, llena de sombras, de breves palabras y nula sonrisa, con piercings y tatuajes por todos lados y una hacker de primer nivel. A sus 24 años, tiene tutor que le regula su dinero, tras su salida de una institución siquiátrica.
Ella, por decisión propia, se cruzará en la vida de Mikael Blomkivst, un periodista de investigación que ha sido condenado a tres meses de cárcel por difamación. Mientras espera el cumplimiento de la sentencia en Estocolmo, recibe un llamado de un millonario. El patriarca de la familia Vanger lo contrata para investigar la misteriosa desaparición, hace cuarenta años, de su sobrina Harriet, una hermosa adolescente de 16 años.
La cinta tiene todos los méritos de una trama policial convencional, pero también lo mejor de la tradición del cine negro. Para comenzar, una antiheroína maltratada pero no víctima, estoica pero no resignada. Al lado de Lisbeth, se desdibuja la apariencia ruda y algo escéptica del periodista.
Gracias a Lisbeth, la investigación avanza hacia senderos peligrosos y en la huella exacta.
Tiene escenas de mucha crudeza, que son tan perfectamente coherentes con el frío, duro y desolador entorno, que ni siquiera marcan lo fundamental del relato. Están allí, a la vista del espectador, porque así es esta historia: oscura y nada amable. Fascinante de seguir; imposible de quitar los ojos de ahí.
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