El realizador comparte impactantes entretelones y las dificultades del rodaje, en reveladora entrevista con Ana Josefa Silva.
«Quiero sacarme esta película del cuerpo, por el nivel de angustia que me ha provocado, de problemasque he tenido. Y pienso en las víctimas que van a cargar toda su vida con esto…¡Cabe la admiración por lo que ellos hicieron al denunciar!».
Sí. Ahí sentado en sus oficinas de Bellavista -acompañado de su mujer, la productora Natalia Cummins- a Matías Lira, director de la ya polémica El bosque de Karadima, se le ve muy delgado («pasa un virus por el lado y me resfrío», dice). Así de fuerte ha sido la experiencia.
«Soy un ser humano inserto en esta industria,¡que es dura!, y estoy completamente debilitado, agotado, enfermo físicamente… ¡Imagínate esa gente!».
-Las víctimas que denunciaron a Karadima, como Hamilton, Murillo, Cruz,¿vieron la película?
-Vieron un armado general. Fue chocante. Fue súper duro para ellos.
Aunque hoy -a una semana del estreno del jueves 23- está contento porque acaba de llegar del sur donde presenció una repletísima función en la UFRO (Universidad de la Frontera), con un público enfervorizado que sintió como suya la denuncia contra el abuso de poder. Que ese es el fondo de su película, más allá que relate, en concreto, una ya conocida historia de pedofilia y abuso sexual.
Pero sí que ha vivido dificultades y tensiones.
En cada entrevista que ha dado estos días ha repetido, como un mantra, «esta no es una película contra la iglesia».
Lo reitera porque es verdad lo que está diciendo. Porque es católico (cosa que explicita una y otra vez), y por eso mismo sabe que dentro de la Iglesia conviven los Karadima con los muchos párrocos y curas anónimos que sí siguen las enseñanzas de Cristo. Y que estos últimos son la inmensa mayoría.
Algo de este ambiente previo que rodeó las filmaciones captamos los críticos cuando llegamos a la función privada a ver la «El Bosque de Karadima».
Un inusual requerimiento nos recibía: un compromiso, firmado por escrito, de no hablar de la película hasta determinada fecha.
Fue un mal entendido, explica Matías Lira, se aplicó una instrucción anterior, a la que hubo que apelar mientras rodaban, porque «cada entrevista o nota que aparecía nos traía más de algún problema; porque hay mucho fanático. Y era mejor no hacer tanto ruido hasta el momento de la premiere».
Pruebas al canto:»estuvimos un año entero grabando y una vez salió una entrevista y nos quitaron automáticamente la locación».
Ahí se dieron cuenta que «no podíamos hacer muy público esto. Nosotros grabamos en secreto en las locaciones. De hecho, la película tuvo hasta otro nombre de rodaje: le pusimos “Inocencia”. Era para evitar filtraciones y que se supiera dónde era».
«No hay nada grabado en El Bosque. Una congregación se apiadó de nosotros y nos prestó todo. No sé qué va a pasar con esa congregación, yo estoy preocupado por ellos. Creo que la gente va a reconocer la iglesia. Pero se la jugaron».
-¿Me puedes decir qué congregación es?
-No.
Y explica: «Hubo otra congregación que nos tenía prestado todo y una semana antes de partir el rodaje se echaron para atrás.¿Sabes lo que significa eso? Todo el equipo contratado, partíamos en enero de 2014 y nos avisan que dentro de esa congregación hay un abusador y que tienen miedo…
«Muchas veces tuvimos que cancelar un día de rodaje porque no teníamos la locación. Siempre teníamos la incertidumbre de dónde íbamos a grabar al otro día… era muy complicado. De hecho ya habíamos terminado la película y yo no tenía las escenas de dentro de la iglesia. Y de repente apareció un milagro. Esas escenas de la iglesia (que son muchas) las hicimos en 48 horas.
Prácticamente refaccionaron ese lugar que prefiere no identificar: lo pintaron entero con los colores característicos de la Iglesia El Bosque, hicieron jardines como los que hay allí…
«¡Fue una locura!», comenta reviviendo esos días de máximo stress.
Pero así como tiene palabras de agradecimiento para mucha gente de la iglesia que los ayudó, apunta al arzobispado de Santiago como el gran obstaculizador. «Decían que me iban a ayudar pero tienen unas técnicas de dilación impresionantes. Parecido a lo que les pasó a las víctimas, con quienes siguieron la estrategia de la prescripción.
«Partí diciendo que esta no es una película contra la Iglesia porque no quería contaminar a toda la iglesia; es contra la curia, esa esfera de poder, que en el fondo es el Arzobispado de Santiago, que no tiene nada que ver con todos los párrocos que nos ayudaron y toda la gente de la Iglesia que le interesa que esto se sepa.
-Porque también tuviste apoyo.
-¡Claro! ¡Olvídate! Hubo un apoyo… ¡curas enseñándole a hacer misa a Luis Gnecco! Para que fuera real. Fue muy bonito todo el proceso, me dio mucha fuerza. Soy una persona católica, criada en un colegio católico. Tengo un gran recuerdo del padre Whelan.
Se refiere al cura del Saint George, de donde él es ex alumno, ese que inmortalizara Andrés Wood en «Machuca». «El encaminó una cosa social en mí».
«Y eso es lo que me sorprende de Karadima», reflexiona. «Que siendo una persona con tantas posibilidades de hacer bien, tantos recursos, contaminó a muchachos que querían hacer el bien, al igual que muchos jóvenes».
UNA VÍCTIMA SE DA CUENTA DESPUÉS DE MUCHOS AÑOS DE QUE FUE ABUSADO
Lira se imbuyó de tal modo en el caso, que estudió e investigó más allá de los hechos puntuales.
«Toda la película ha sido un proceso de entender. Una víctima, un abusado, se da cuenta después de muchos años de que fue abusado. Un abusador será siempre un abusador. Lo que hay que denunciar son los cómplices que están beneficiados por estos abusadores, que permiten que esto pase.Hasta las mismas familias son cómplices.
«Las víctimas (que aún no lo han hecho) no van a hablar porque saben lo que van a enfrentar, pero como sociedad tenemos que enfrentar a los abusadores y a los cómplices. No se imaginan la cantidad de abusadores que hay alrededor de ustedes y la cantidad de víctimas que hay.
-¿En qué minuto tomas la decisión de inspirarte en el caso de Hamilton?
-Partí viendo “Informe especial”, después consumí los libros y después tuve la suerte de ver los expedientes eclesiásticos. Ahí me di cuenta que había muchas más víctimas, muchos más abusadores y cómplices.
-El personaje protagónico de la película es una fusión de varias víctimas. Lo que pasa es que la gente lo asocia con Hamilton porque el único que estaba casado, que mantuvo una relación y es médico es él. Pero Karadima tenía una tremenda afición por los médicos. No te imaginas la cantidad de médicos que pasaron por las manos de Karadima. El personaje de Benjamín Vicuña es una fusión de varios personajes.
En este proceso de investigación y preparación de la película, Matías fue comprendiendo muchos aspectos que no entendía. «A mí en principio me parecía raro que un gallo de 30 años fuera abusado».
Su estudio de las sectas y de los rituales propios de éstas partió arrojándole luces, al contrastarlas con la información que recogió del expediente.
«Por ejemplo, cuando un niño quería hablar con Karadima por primera vez, lo hacían esperar 6 horas sentado. Eso es una técnica de fatigación, de doblegación, que usan las sectas. Imagínate lo vulnerable que estaba ese niño después de 6 horas sentado, agotado.
«Otro elemento usado era decirles: ‘Tu familia te hace daño. Para tu vocación tú tienes que hacernos caso. Porque Dios dice…’.
«¡Brutal!
«Y después viene todo lo sicológico: ‘Voy a usar el secreto de confesión’; ‘Si te vas de aquí vas a perder el status que tienes’ (mucha gente lo pensaba). ‘Van a pensar que eres una oveja descarriada. Socialmente piensa cómo te va a afectar eso…’.Entonces puede haber un gallo de 30, 40 y 50 años, totalmente atrapado en este lugar».
Matías es vehemente para afirmar que «es importante hacer esta película para que se siga hablando, para que la gente se siga conectando. Ha habido gente que me ha dicho: ‘yo parece que fui abusado pero no me acuerdo’. Y estamos hablando de un promedio de uno de cinco. Es muy alto. No necesariamente abuso sexual, pero que estuvieron en algún momento abusados y se sintieron víctimas».
«Te lo digo sinceramente: en todas las familias hay abusados y abusadores. Todos conocemos un cuento dentro de la familia. Y es muy importante hacerse cargo, tanto de los abusados como de los abusadores. Y no lo digo de una manera violenta: no es ‘éste debe ir preso’. Porque los niveles de abuso son en distintos grados, pero en el momento que se neutraliza el abusador, se acaban las víctimas.
«No estoy empujando a que las víctimas hablen. Sería un poco ingenuo de nuestra parte pensar eso. No va a pasar. Además, la justicia no puede actuar (por la prescripción).
«Lo que sí se puede hacer es la neutralización de potenciales abusadores. Y en este caso fue muy bueno lo que se hizo porque se neutralizó a un grupo grande de abusadores que había en el círculo de Karadima. Se neutralizó a varios: tenía a 50 curas circulando.
«Aquí cayó un grupo de abusadores. Hay que hacerse cargo de eso».
(Alerta de posible Spoiler aquí).
-El cura Aguirre (Francisco Melo) que recibe la denuncia de Thomas (Benjamín Vicuña) le pregunta que cuándo se da cuenta, en qué momento hace el «click». La cámara responde cortando a una escena de su hijo pequeño circulando por la iglesia.
-En la vulnerabilidad de un hijo (y esto dicho por sicólogos) la gente toma conciencia de que fue abusado. Generalmente, una persona que fue abusada a los 16 años, se da cuenta después de los 25, cuando ya tiene hijos. Y ahí la prescripción (legal) ocurrió.
-También la exposición a una muerte extraña: se suicida un amigo y uno no entiende por qué. En general, cuando una persona tiene contacto con la muerte, ya sea un padre, una madre, porque se le gatillan eventos del pasado.Es un momento para saber que a uno le ha pasado un abuso. Hay distintas formas de que uno tome conciencia del abuso.
(Fin alerta spoiler).
«La gente, cuando vaya a ver la película, se va a impresionar porque en el fondo creen que van a ver a un perverso que es Karadima, violento, bruto; y se encuentran con un gallo completamente seductor, atractivo, divertido. Y ahí está el gran trabajo de (Luis) Gnecco, que es muy real.
«Por eso yo digo que la película es tan familiar: para que la gente detecte que no es una persona brutal, golpeadora, la que abusa, sino que es mucho más sutil. Y Karadima era un gran manipulador.
-Mucha gente siguió defendiéndolo, aún después de probarse las denuncias.
-Yo me entrevisté con gente ligada a Karadima y también los comprendí. Entendí por qué lo defienden: porque los ayudó de verdad, les dio consuelo. ¿Qué podía hacer esa gente? Nada. Defenderlo.
-Cuando has reunido tanto material ¿Cómo logras acotar la historia?
-Para mí la película tiene tres grandes logros. Una primera etapa, que es la seducción del joven, que sirve para que la gente tome conciencia. Después tiene que ver con la secta, cuando ya entramos al grupo. Y la tercera tiene que ver cómo se desencadena todo con lo que yo llamo la curia. Uno tiende a decir la Iglesia; pero no, es este grupo de poder. Antes de que ese promotor de justicia eclesiástico (Francisco Melo) lo recibiera y escuchara, hubo muchos que guardaron el material.
-Pero en definitiva el grueso de la película se concentró en la relación de abusado y abusador. Esa es la gran historia que circula por toda la película. Anulé historias de abusados paralelos, más historia eclesiástica, había una historia periodística…
-¿No crees que es una película para mayores de 18, no para 14?
-La calificación la he estudiado harto y tiene que ver exclusivamente con la inducción a las personas sin discernimiento o criterio formado a hacer ciertas cosas negativas: un suicidio, consumir droga. Esta película es muy por el contrario, totalmente. Es un llamado a que no pasen ciertas cosas. Y las escenas de sexo son ínfimamente menores a las de cualquier otra.
-Por ejemplo, si yo hubiera puesto un suicidio, que podría ser «bueno» para la película; no lo hice porque sé que la habría contaminado porque eso, la señal que te da, es que una salida para esto es morir.
-Si la calificaban para mayores de 18, estaba dispuesto, con todo tipo de abogados, a ir a la base de lo que es la calificación, porque esta película representa totalmente lo contrario, va en pos de fortalecer el discernimiento de un menor de edad.
-Se podría pensar que induce a que todos los sacerdotes son malos, pero como también aparecen sacerdotes buenos, hay una dualidad.
-La película es fuerte, pero porque se está tratando una crudeza que nos afecta, pero no podría ser para mayores de 18. No tiene ningún elemento técnico para eso. Habría sido un error tremendo dejarla para 18 años porque habría mandado un mensaje muy malo a gente adulta.
-La película va a entrar como un submarino, va ir de a poquito calando, en el boca a boca, no creo que tenga que entrar en un sensacionalismo.
-La película es fuerte porque el tema es fuerte. Y lo hemos conocido incluso en la televisión. Pero sobra ese letrero final de «la poderosa Iglesia Católica» porque sabemos que ya no es así.
-Tú eres una persona que maneja mucho contenido. Pero la gente no, y hay que explicarlo, materializarlo de alguna manera.
-¿Qué crees que va a pasar con el público católico común y corriente?
-Creo que la gente va a ir a ver la película. Primero, por la publicidad del caso: quieren ver lo que pasó. Quieren entender; y esta película les va a dar algún grado de respuesta y por mi lado, creo que también hay una responsabilidad. Hay que empezar a hacerse cargo. Aquí somos todos cómplices de alguna manera, lo queramos a o no. El silencio de las personas buenas es estar haciendo el mal.
-Cuando uno calla y tiene que hacer cosas, estás siendo cómplice de algo.La gente cree que quedándose entremedio está salvada. Creo que hay una obligación.
-Hay ciertas responsabilidades de vocación y de la cosa pública que no se pueden eludir. Le echamos la culpa a los políticos: la gente no tiene que hablar tanto y tiene que actuar.
FICHA TÉCNICA
El Bosque de Karadima.
Reparto: Luis Gnecco (Karadima), Benjamín Vicuña (Thomas), Francisco Melo (Padre Aguirre, cura promotor de justicia eclesiástica), Pedro Campos (Thomas joven), Ingrid Isensee (Amparo, mujer de Thomas), Gloria Münchmeyer (madre de Karadima), Aline Kuppenheim (madre de Thomas), Marcial Tagle (cura Andrés Artiaga), Osvaldo Santoro (Nuncio Sodano Angelo).
Dirección: Matías Lira.
Guión: Álvaro Díaz, Alicia Scherson, Elisa Eliash.
Fotografía: Miguel Joan Littin.
Montaje: Andrea Chignoli.
Producción: Natalia Cummins, Sebastián Freund.
Director de Arte: Sebastián Muñoz.
Música: Camilo Salinas.
Mezcla de sonido: Miguel Hormazábal.
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