Si algo hay que agradecer a Netflix es que nos acerca a producciones de gran calidad y/o muy entretenidas que de otra manera sería imposible que viéramos: como la serie catalana Merlí, una singular y sutil comedia producida y emitida por la cadena barcelonesa TV3.
Para borrar altiro y de una buena vez la tentación de equipararlo al personaje de Robin Williams y la hiper emotiva La Sociedad de los poetas muertos (Peter Weir, 1989), partamos por establecer las diferencias.
Sí, el protagonista, Merlí (ese es su nombre y también es raro en Cataluña) es un profesor atípico, que le revuelve el gallinero al director del colegio, saca a los alumnos de su rutina y desidia y a todo el mundo a su alrededor.
Pero es más cínico y desparpajado que sufrido; rompe reglas porque es más bien un tipo un tanto incivilizado y también su resto irresponsable más que un idealista; es un descreído, como héroe de novela policial, no un apasionado dispuesto a inmolarse todos los días por grandes causas.
Y tal como a Sidney Poitier en “Al Maestro con cariño” (1972) y al Profesor Keating (Williams) a él también le toca enfrentar a lo más temible para cualquier adulto en situación de domesticar-educar a un ser humano a su cargo: adolescentes.
Pero Merlí está encantado de llegar a este instituto porque a decir verdad, a él solo le gusta hacer clases de filosofía, estaba cesante, lo acaban de desalojar de su departamento por no pago del arriendo y el súbito llamado para que haga un reemplazo le viene perfecto.
Nada de esto es muy triste para Merlí que por lo demás, lo esperaba: simplemente se deja caer en la casa de su madre (una actriz con su carácter).
Pero eso no es todo. Su ex mujer, que de paso le recrimina lo poco y nada que ve al hijo de ambos, Bruno, le anuncia que se va a Roma por un tiempito, por un trabajo que le salió (gran diálogo, gran escena: ágil y absurdamente divertida).
Eso significa, ya saben: papá deberá hacerse cargo del vástago, que casi se desmaya de disgusto cuando además se entera que esto significa irse a vivir a la casa de la abuela.
No es la única sorpresa para Bruno y Merlí.
El profe llega a su nuevo trabajo, donde se instala y circula como Pedro por su casa. Él es un excéntrico, un tipo con una personalidad nada corriente, que va por la vida como si le perteneciera y los obstáculos no existieran. Lo que para los alumnos es una agradable sorpresa, no así para el director y algunos colegas y menos para el novio de una bella profe al que no se demora nada en seducir.
Este personaje sorprendente, lleno de matices, un antihéroe por definición, con un físico imposible más lejos del estereotipo del galán, siempre saldrá como algo totalmente inesperado. Lo que para el espectador funciona como película de suspenso.
Además, todos los secundarios son deliciosos, uno de los elementos esenciales de una buena serie.
¿Se imaginaría uno que un guión sobre la vida de un profe en el colegio podría ser divertido, entretenido, ágil y sin moralina?
Pues aquí tenemos a Merlí para demostrarlo.
En Netflix.
Primera temporada.
En catalán con subtítulos en castellano.
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