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UN MINUTO DE GLORIA : LA TRAGICOMEDIA DE SER SIMPLE Y HONESTO

Slava (Glory) Reparto: Stefan Denolyubov, Margita Gosheva, Milko Lazarov, Kitodar Todorov, Ana Bratoeva. Dirección: Kristina Grozeva, Petar Valchanov Bulgaria, 2016. Duración: 101 min.

UN MINUTO DE GLORIA : LA TRAGICOMEDIA DE SER SIMPLE Y HONESTO

Cuando Tzanko Petrov (Stephan Denolyubov) -un guardavías rústico y simple- encuentra cientos de billetes esparcidos entre los rieles donde está trabajando solo, se echa a andar Un minuto de Gloria (Glory), un drama ético, con momentos de comedia muy negra con la que los búlgaros Kristina Grozeva y Petar Valchanov dan una mirada contemporánea y singular a los laberintos de la burocracia y la corrupción.
Una cámara al hombro sigue la espalda encorvada del ferroviario, iluminada por un sol abrasador.
Petrov no es sabio ni rico. Tartamudea, se maneja únicamente con lo más elemental y su inocencia es propia de un niño. Es un hombre solo, que cree en la importancia de hacer bien su sencillo trabajo. La única riqueza que posee es un viejo reloj marca “Glory”: es un regalo de su padre -como indica la grabación al reverso- y su precisión lo hace inmensamente valioso para cumplir con su labor.
Su otro tesoro son sus conejos, a quienes cuida y alimenta con dedicación en la suerte de rancho en que vive.
Por eso es que cuando ve esta fortuna esparcida a sus pies, simplemente llama a la Policía.
En ese mismo instante, Tzanko iniciará un camino que lo llevará de lleno a una jaula de tiburones.
El Ministerio de Transportes -del cual él es empleado- está en el ojo del huracán por denuncias de corrupción hechas por un periodista. Cuando Julia Staykova (Margita Gosheva), la inescrupulosa y ejecutiva directora de relaciones públicas del Ministro, se entera de la honesta conducta del ferroviario, ve allí la oportunidad de oro para diluir la atención: inviste a Petrov de héroe y monta para él un acto de condecoración presidido, obvio, por su jefe.
Tzanko cruza -en tren- desde el campo hacia la ciudad para ingresar a una pesadilla kafkiana, que se desata para él cuando pierde de vista su amado reloj. Su llegada a la ciudad, la ceremonia en sí misma y todo lo que se sucede tras ella es una espiral de risibles y absurdas situaciones, malentendidos, desidia y desprecio por la honestidad, esa por la que fue premiado Tzanko.
La sola existencia de este hombre puro y carente de malicia, produce un vital contraste con el personaje de Julia -una de las más interesantes antagonistas del cine del último tiempo- dejando a la vista todo aquello que la ha vuelto insensible e inhumana: un egocentrismo ciego, rayano en la frivolidad, que ve a cualquier prójimo solo como un instrumento para que sus planes funcionen, y que una vez dejan de serle útiles, simplemente salen de su campo visual. Peor si se interponen. Enfocada en el éxito a cualquier costo, es una mujer que ha perdido el sentido ético más mínimo.
“Son relaciones humanas”, intenta enfocarla inútilmente su paciente marido, Valeri, su único cable a tierra (o al alma). Siempre colgada a algún celular, Julia es una aplanadora que va tras su objetivo.
Mientras, Tzanko -en la búsqueda de su único tesoro- empezará a escuchar aquello de “llame mañana”, cuando no musiquitas de espera, chocando con recepcionistas con cara de “váyase luego”.
Para Julia y Tzanko, cada uno testarudo a su manera y por distintas motivaciones, las fuerzas internas que los hechos han desatado son de tal impacto que ni la paciencia de uno ni la adormecida conciencia de la otra pueden salir incólumes.
Los realizadores construyen esta historia, una que nunca debió ser, en un montaje con las elipsis exactas. En poco más de hora y media compartimos el camino del ferrocarrilero, su desorientado paso por una ciudad que le resulta ajena, llena de buitres que se valen de su inocencia para sus propios intereses, no importa si ello implica arruinarle la vida. Ese ser insignificante dejará de ser noticia mañana.
En sus obligadas idas y venidas, son sus retornos a su tierra -a darle agua a sus conejos- los que le hacen recuperar su centro. Pero ha de volver a la ciudad porque parte de su alma se ha quedado en ese reloj perdido en la indiferencia y desprecio hipócrita de sus homenajeadores.
Víctima de un “sucio juego político”, frase que irónicamente se verá obligado a decir en el sentido opuesto de la verdad, finalmente se verá desbordado. Igual que la película de Grozeva y Valchanov, que irá tomando lenta pero ineludiblemente un derrotero oscuro y amargo, donde la comedia desaparece y solo queda la cruel sátira de una alegre canción en la radio del auto de Valeri, mientras espera a Julia.

(En Cine El Biógrafo y Cineplanet La Dehesa).

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