Hacer turismo al borde del abismo (parafraseando a Sabina) se ha convertido en el sello de Ethan Hunt, el agente que tan buenos dividendos le ha dado a Tom Cruise, en ese acierto que ha sido la saga de “Misión Imposible”.
En esta cuarta versión, además de ese magnífico arreglo musical del tan característico tema, la película le hace más guiños a la serie de TV que la inspiró. Una delicia nostálgica.
“MISION: IMPOSIBLE, PROTOCOLO FANTASMA” se desplaza entre Hungría, Rusia, los Emiratos Arabes y la India, en un relato donde la acción trepidante, el peligro vital como amenaza permanente y la tecnología inverosímil siguen siendo la norma. Así como los giros y las muertes al por mayor.
Aquí hay menos pinceladas trágicas, más humor, mientras que el romance ha sido reemplazado por unas cuantas conversaciones en tono meloso y nostálgico -no muchas, gracias a Dios- que sólo añaden lastre a un producto que debe correr liviano.
Los malos y los buenos están claritos, sólo que los buenos tienen sus conflictos (digamos, éticos) y su corazoncito.
Cruza de James Bond moderno e Indiana Jones, a la cuarta Misión Imposible le sobran algunas escenas sentimentaloides, pero es básicamente entretenida y despliega humor con bastante generosidad.
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