El esquema de guión de «Jurassic World: Mundo Jurásico»es más o menos el mismo que la a estas alturas mítica «Jurassic Park», producto salido del cerebro de Steven Spielberg, a los cuales esta película derechamente homenajea.
Esto es: todo va espectacular y genial hasta que las cosas -o más bien, la naturaleza- se salen de madre, a pesar de las advertencias del sensato del grupo, y vamos escapando, cruzando los dedos para que nuestros protagonistas no terminen en las fauces de algún animalejo prehistórico.
Hay dos importantes diferencias que hacen que la experiencia valga la pena: cómo lucen las imágenes con la tecnología (verla en Imax es ¡alucinante!) y el humor.
Porque, lejos, lo mejor que tiene esta secuela son las grandes dosis de humor ingenioso y preciso que se esparcen en imágenes, diálogos y situaciones -desde el comienzo-, sin por ello interferir en la atmósfera de dramatismo y suspenso necesarios en una historia de aventuras como es esta.
La isla de Costa Rica donde se producían los hechos es ahora un Parque de Diversiones repleto de público, gerenteado por la estupenda Claire (Bryce Dallas Howard) -que jamás se baja de sus tacos color «nude» ni se saca su blusa y falda blancas de seda-, una chica cabeza de número, ocupada de las ganancias, ingresos y pérdidas del parque.
Sus sobrinos Zach y Gray, un adolescente y un niño, son enviados por su hermana a pasar unas vacaciones VIP en este gigantesco parque temático al aire libre, desplegado en la
Isla Nublar.
En Jurassic World el asunto pasa sobre todo por el laboratorio. Como hay que conseguir que el público siga llegando, el Dr. Henry Wu se dedica a cruzar genes y dar vida a nuevas criaturas. Su «producto» estrella se llama Indominus Rex, el que está aún en observación (aunque sumamente activo).
Mientras, los temibles velociraptor, en su propia y gigantesca jaula, reciben una suerte de entrenamiento por parte de un ex marine, el rudo y guapo Owen (Chris Pratt), el sensato del grupo.
Como si no bastara con lo complejo que es mantener en equilibrio diversión, seguridad e ingresos, Masrani, representante de la empresa, presiona porque quiere más acción, y por su parte, Hoskins (Vincent D’Onofrio) está ahí porque está obsesionado con usar a los animales como armas de guerra.
Todo esto ocurre tras bambalinas, mientras las multitudes circulan como en Disneyland, y el peligro se cocina más rápido que lento.
Diversión garantizada.
No lleve niños chicos: es algo larga y tiene unas cuantas escenas bastante cruentas.
IDEAL PARA: extasiarse con bellas imágenes y reírse con un humor bien pensado.
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