Reparto: Luis Gnecco, Gael García Bernal, Mercedes Morán, Alfredo Castro, Pablo Derqui, Marcelo Alonso, Alejandro Goic, Antonia Zegers, Jaime Vadell, Diego Muñoz, Francisco Reyes, Michael Silva, Victor Montero. Director: Pablo Larraín Chile, 2016. Duración: 107 min.
Irreverente, lúdica, desacralizadora, el Neruda de Pablo Larraín rompe de tal modo con el concepto de película biográfica que los reclamos por la deformada presencia (o ausencia) de determinados personajes o hechos están totalmente fuera de lugar.
También se estrellan quienes han elevado a los altares a nuestro Nobel, ya sea por su talento literario o por su militancia comunista. Porque el personaje que aparece aquí es un burgués fiestero, gozador, libidinoso, un hedonista de tomo y lomo; un ególatra que se complace con tener la atención de ese patético inspector que lo sigue, Óscar Peluchonneau (Gael García Bernal), tras dictarse la Ley Maldita.
La cámara inquieta y envolvente entra sin preámbulos y ya no se detiene.
Neruda (Luis Gnecco) llega al Congreso y lo rodean fotógrafos y periodistas; luego sus compañeros del Senado en la sala privada (¡qué despliegue de actores de primera línea!); y de allí al alegato, el “yo acuso”.
Los diálogos chispeantes, inesperados, se suceden. Una misma conversación cambia de escenario, constantemente.
Una voz en off ha comenzado su relato: Peluchonneau.
Desfilan Alessandri (Jaime Vadell), González Videla (Alfredo Castro), por cierto Delia del Carril (Mercedes Morán).
La película parece que no dará tregua al espectador: está plagada de imágenes y situaciones sorprendentes; pequeñas escenas de humor agudo (como aquél dialogo de Amparo Noguera, o la breve y precisa intervención de Cristián Campos) y momentos que arrancan carcajadas. Pisagua pone la nota dramática; el “Canto General”, dictado a trozos, la poesía.
Roberto Farías se luce en una secuencia en la que redibuja con trazos de humor ácido una variante de su personaje Sandokán, el del teatro, “Acceso”, y el del cine, “El Club” (con una línea de cierre algo artificial).
Pero a partir de la hora de metraje, en sus 45 minutos restantes, reitera situaciones y recursos, y el relato cumple con dar cuenta del recorrido de la fuga (Valparaíso, el sur, la cordillera, Europa).
A su vez, la narración en off se transforma en un discurso ininterrumpido (en este segmento, eso sí, está una de las secuencias más espléndidamente filmadas de la película).
Véala: a juzgar por las excelentes críticas que ha cosechado entre los más prestigiosos medios extranjeros, Neruda puede ser nuestra carta al Oscar 2017.
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