Cómo no traer a colación a Freud si esta es una fábula donde los sueños relatan y entretejen la historia.
Y como en Matrix y su ambiguo entramado realidad-ficción, en “ORIGEN”
los hechos se rigen por su propia lógica y sus convenciones son expuestas de manera tan vertiginosa como lo hacen los ilusionistas, a quienes llamamos prestidigitadores porque no alcanzamos a ver dónde está el truco.
«Origen» se vale de ello para hipnotizar al público: porque detenerse a descubrir el cabo suelto, la incoherencia de este sistema que nos están exponiendo equivale a perderse la situación siguiente, que nuevamente llega preñada de promesas, de explicaciones brumosas que conducen a desenrollar esta madeja, mientras ya se está armando otro nudo.
La acción, el misterio, la tensión no dan tregua al espectador, que es envuelto en los inquietantes niveles de realidad-irrealidad por donde circulan los personajes.
Cautivadora de principio a fin.
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