Bollywood está resultando toda una sorpresa.
Cannes ya lo entendió y acogió en su última Quincena de Realizadores a Psycho Raman, que acaba de entrar en cartelera en Chile.
Se trata de una espléndida y original pieza de cine negro, que traspasa con largueza las fronteras en que se ha movido este subgénero, y que circula también muy eficazmente en las arenas movedizas del thriller y el drama sicológico.
El guionista y director indio Anurag Kashyap (Ugly, Gangs of Wasseypur) construye un seductor y escalofriante relato en torno a un sujeto que se hace llamar Ramanna, que se ha inspirado en un serial killer que en los años ’60 asolara Bombay.
En realidad, Ramanna está obsesionado con Raghay, un joven policía, rudo y drogadicto (es la primera imagen que vemos, en primer plano: Raghay aspirando coca).
La película se inicia cuando Raghay circula de noche en su auto con una hermosa chica —con quien permanecerá todo el filme en una destructiva relación— y se detiene en una casa. Se ha cometido un crimen y a la mañana siguiente él y sus colegas llegarán a recoger huellas del sitio del suceso.
Lo singular ocurrirá después: Rammana se presentará en la comisaría, preguntando por Raghay, para confesar una serie de crímenes.
Tras comprobar que está mintiendo, la policía lo maltrata y lo deja encerrado en unos edificios abandonados.
Cuando logra liberarse sí que empieza su periplo de crueles y sangrientos asesinatos.
Premunido de un fierro doblado en su punta (como el mazo de Javier Bardem en No es país para viejos) circula por la populosa ciudad, ubicando a sus víctimas.
“Soy la cámara de circuito cerrado de Dios”, afirma.
El personaje, que no se parece a ningún sicópata de celuloide, puede ser plañidero, luego amenazador, exasperante en sus diálogos y también serenamente trivial; produce desconcierto tanto entre sus “elegidos” como en el espectador, que va siguiendo sus pasos con detalle.
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Pero la cámara divide su atención entre él y el policía, un tipo que va evidenciando ser algo más intrincado que el clásico rudo con zonas grises (fascinante personaje).
Psycho Raman no solo desdibuja las fronteras entre el bien y el mal sino que las cruza y amasa hasta hacerlas indistinguibles.
Anura Kashyap elabora con asombroso talento un desesperanzado y complejo drama, sumergiéndose en el alma de dos hombres que de una manera perversa viven y actúan gracias al otro.
“Es un error pensar que tu alma gemela es una mujer”, sentencia Rammana.
Kashyap, si bien nunca elude la violencia inherente al relato, jamás se detiene en imágenes chocantes. Eso lo deja a la imaginación del espectador. Las elipsis a que echa mano tienen más de un propósito —como terminaremos descubriendo—, además de evitar truculencias que distraigan y de mantener una constante agilidad narrativa.
No es algo sencillo: se trata de un relato lleno de dobleces y capas, que guardará sorpresas hasta el final, dejando atónito al espectador.
La película es así un singular cruce de ciertos cánones del cinema noir, algo del cine coreano (I saw the devil, Kim-Jee-Woon) y también de aspectos de las tradiciones del cine Bollywood.
Pero al estilo Kashyap.
La música aparece estridente en la discoteca, melancólica como un blues en ciertos momentos, mientras que las canciones en la noche desgranan letras desgarradas, a tono con la tragedia que se va abriendo ante nuestros ojos.
Bombay se despliega ya en sus casas modestas, ya en estrechos pasadizos de miserables edificios o en grandiosas y multitudinarias fiestas religiosas.
Es el telón de fondo donde el karma (nunca mejor aplicado) de los protagonistas de desvela inexorable.
Muy buena.
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