Escribe: Guillermo Gallardo
@veoyopino
Me gusta el teatro y esa adrenalínica sensación que siento antes de acomodarme en la butaca antes del inicio.
Agradezco el no tener prejucios para asistir a todo tipo de espectáculos porque eso me ha permitido ver desde teatro destinado a la primera infancia, pasando por lo emergente y terminando (o comenzando) en el experimental. ¡Qué cantidad de gamas de “colores” podemos ver en escena!
Dicho esto, en relación a Realismo, el nuevo estreno de Teatro de Chile,compañía liderada por Manuela Infante, recuerdo cómo aplaudí la osadía y transgresión de Prat y luego me sedujeron, por su simplicidad y calidad, Juana, Narciso, Rey Planta y Cristo.
Cada una me tocó de una manera distinta, pero siempre dejando la sala con la sensación de salir gratamente modificado, cuestionado o emocionado.
Realismo me generó naturales expectativas porque el tiempo pasó y la compañía transitó de lo polémicamente emergente hacia la consolidación nacional e internacional.
Entiendo el propósito u objetivo de búsqueda del equipo artístico en su conjunto de evolucionar y producir un nuevo salto en la creación y su repertorio. Pero debo confesar que esta vez terminé decepcionado y con la sensación de que lo visto era un espectáculo para lo que mi entendimiento “no daba el ancho”.
Independientemente de las reflexiones que puedan circular por mi cabeza después de que se “baja el telón”, la impresión entre el momento exacto del último apagón y el rito del aplauso es determinante. Esta vez,reitero, fue de decepción e incapacidad intelectual y/o emotiva.
Mas allá de la puesta en escena, abundante en acciones de tramoya, con constantes “efectos especiales“ mágicos y atractivos, la narración se desarrolla en dos planos que al menos hasta el final, para mi limitada comprensión, son dos obras distintas. La realista nos presenta a una familia disfuncional a fines del siglo XIX en su tránsito por 3 generaciones hacia el futuro hasta llegar a la actualidad. La otra, “irreal”, aunque interrelacionada e interactiva con la primera, profusa en símbolos a interpretar y con un código y atmósfera completamente distintas.
Ahí estuvo mi incapacidad: no logré hacer las conexiones y me obligó al ejercicio de “entender”.
Las dos horas de duración —ya hacia la mitad— se me hicieron extenuantes. Solo gracias a la solvencia actoral de sus intérpretes este viaje se hace soportable. ¡Gracias Marcela Salinas por tu excepcional desempeño! La mejor actuación que he visto este año.
Incluso la utilización de las posibilidades de montaje y tramoya que da el magnífico escenario de CA 660, la opción de la dirección la satura con tanto “efecto” y elementos simbólicos que nunca lo entendí (aspiradoras , latón en movimiento , alfombras , etc., etc.).
No obstante lo anterior, meritorio el diseño integral y sonoro, que aportan una atmósfera atractiva, intrigante, “esotérica” y fantasmal.
En los minutos finales de la obra, un personaje declama un texto que más o menos dice: “Tenemos que ser realistas, necesitamos otro orden de las cosas que en el centro tenga misterio“. Parecería que por ahí iba la idea. El caos actual se supera con realismo, cambio y creatividad. Hubiese preferido no haberlo escuchado y que esta conclusión o tesis hubiese sido parte de mi progresiva comprensión durante el desarrollo de la obra. Es como contar un chiste y tener que explicarlo o un profesor que al enseñar ni siquiera con los ejemplos consigue que sus alumnos descubran y aprendan y deba terminar dando la fórmula o diciéndoles “escriban en su cuaderno….. “.
Tal vez cuando lea el programa de mano (lo que creo no haré) encuentre y decodifique lo que mi entendimiento, razón y emoción no vio ni sintió.
Dirección y dramaturgia : Manuela Infante
Elenco : Cristián Carvajal, Ariel Hermosilla, Héctor Morales, Rodrigo Pérez y Marcela Salinas.
Duración : 2 horas
Espacio Cultural CA660
Rosario Norte 660
Viernes y sábado 20 horas
Domingo 19.30
Estacionamiento subterráneo gratuito.
Metro Manquehue.
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