Bellamente filmada en la Costa Azul, a donde el pintor se trasladó a vivir en un bucólico lugar para resistir mejor su reumatismo, “RENOIR” (Selección Un certain regard, Festival de Cannes) relata el encuentro entre el famoso impresionista y quien sería su última musa y modelo: Andrée Heuschling.
Mientras la cámara se llena de belleza, los días transcurren quedamente y en los planos generales se ve el viento meciendo los árboles o a la troupe de sirvientes trasladando en andas a Pierre-Auguste en su silla hacia el arroyo, el drama y la muerte se aparecen una y otra vez en las conversaciones.
Quizás lo más interesante del filme es este sutil contraste que establece entre la tranquila belleza, que el pintor se obstina en plasmar, y lo que ocurre más allá de la finca, con soldados malheridos en los caminos, y con la familia Renoir desperdigada y desecha, situación que aunque comienza a revertirse con la llegada de Jean (el mismo que posteriormente sería un reconocido cineasta), el pintor opta por dar la espalda a sus secretos y dramas no resueltos.
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