Unos diálogos exquisitamente agudos y un abanico de personajes secundarios con intervenciones deliciosas hacen de la película italiana Si Dios quiere una comedia por momentos desopilante.
Tomasso es un afamado médico cirujano, venerado y temido por su equipo en el hospital (y también por sus pacientes). Es decir, es un diostor, ese tipo de profesional que usted jamás quisiera que lo atendiera.
Ateo militante, de lengua filosa, culto y agudo, tiene todo bajo su control.
Eso incluye a su esposa Carla, una mujer que para matar su aburrimiento bebe como cosaco (a escondidas, claro) y adopta niños del tercer mundo; a su hija Bianca, bellísima, inútil y estruendosamente vacua; a su yerno; y a su hijo Andrea, un guapo y joven estudiante de medicina.
El mundo se le cae encima a nuestro diostor cuando Andrea anuncia que ha decidido ser sacerdote.
“¿Pero quién quiere ser cura en esta época? ¡Es como querer ser deshollinador!”, grita descolocado Tomasso, aunque con quien se descarga es con su mujer, por supuesto, porque no se atreve a contrariar directamente a su hijo.
En vez de ello, decide averiguar quién y cómo es el cura que le ha lavado el cerebro a su vástago. Y ese es Pietro (Alessandro Gassman, hijo de Vittorio).
La película gira en torno a la singular relación que se establece entre el liberal y supuestamente tolerante Tomasso y Pietro, un tipo carismático e inclasificable, al que el protagonista primero se acerca de las maneras más ridículas imaginables.
Un “gallito” gracioso y sorprendente entre dos hombres inteligentes, sagaces, vitales, que miran el universo desde veredas totalmente opuestas y que sin embargo comparten una ética.
En el intertanto, la estructurada vida de Tomasso se viene abajo: no solo él ha salido violentamente de su zona de confort, sino que, como efecto colateral, se le desordena el regimiento familiar que por años ha mantenido en un esquema a su gusto y gana.
Si Dios quiere tiene mejor partida que llegada, hay que admitirlo. Eso sí, en el delicado momento del cierre, sabe eludir muy astutamente el cliché.
Además, no juega a vencedores y perdedores.
Para ponernos en perspectiva: esto no es ni de cerca “Habemus Papam” (el director Edoardo Maria Falcone está debutando y le falta muchísimo metraje como para acercarse siquiera a un Nani Moretti).
Pero es encantadora y ¡muy divertida!
IDEAL PARA: ¡l@s que se las saben todas!
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