En esta selva que suelen ser ciertas urbes, la amabilidad, los buenos modales y la educación cívica pueden convertir la vida de quien practique estas sanas costumbres en un pequeño purgatorio.
Es lo que le pasa a Pía (Paz Bascuñán), la protagonista de “Sin Filtro”, una película divertida, emocionante y empática a más no poder, que acierta al describir ambientes y a una fauna de personajes del todo reconocibles.
Pía es una publicista de 37 años, responsable, cumplidora, buena amiga, buena hermana, de la que todo el mundo abusa. Ella nunca sube el tono de la voz, siempre pide por favor, paga sus cuentas a tiempo y jamás ha golpeado la mesa, un ejercicio que hay que saber practicar, dosificadamente, en circunstancias varias.
Es la clásica sobreadapatada que lleva el autocontrol a niveles represivos y está siempre disponible para todos.
Su pareja (Antonio Quercia) es un pintor desocupado a la espera de inspiración, cuyo hijo -un patán de mucho cuidado- se instala a sus anchas en la casa de Pía.
En el trabajo el asunto no está mejor: su jefe en la agencia (Ariel Levy), que se ha dedicado a contratar chicas lindas e inútiles, incorpora a la oficina a una fashion youtuber, una millennial cuya única ventaja comparativa es algo que se le va a pasar con la edad, y a la que decide poner de supervisora de Pía.
¡Si hasta su siquiatra abusa de ella!
En su desesperación acude a un médico chino que, acupuntura mediante, le dice que con ello se liberará de sus angustias y de la opresión que siente en el pecho.
Y sí que se libera…
Para asombro de amigos, parientes, colegas y cercanos, la nueva Pía no sólo golpea todas las mesas que no ha golpeado en toda su existencia sino que patea el tablero de su vida.
La dosis de exageración (el chino chanta, la novia catete, la conductora del jeep rojo) es mesurada y perfectamente coherente con el tono de la comedia. De hecho, la liberación de Pía, si bien incluye episodios que se salen de la raya, no la convierten en un monstruo: al contrario. Ella sigue siendo una buena persona a la que le importan los demás, que no le da lo mismo las consecuencias de sus actos y que simplemente consiguió experimentar el cambio que requería.
Paz Bascuñán, una actriz que siempre es un agrado ver en pantalla, se mueve con mucha soltura y naturalidad en todo este arco de emociones y expresiones que le demanda su personaje.
Ella conduce bien el hilo de un guión que la tiene en el centro, pero que se enriquece con una serie de personajes (gran elenco) que aportan lo suyo a una bien lograda historia que tiene tanto de comedia como de drama sicológico.
IDEAL PARA: animarse a mandar a la punta del cerro a quien usted sabe.
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