“SPECTRE”: TODO LO QUE UNO ESPERA DE 007

¿Es James Bond-Spectre más de lo mismo?
Sí.
Solo que eso no tiene nada de malo: al contrario, es precisamente su principal cualidad.
Porque ¿qué espera la cada vez más numerosa fanaticada de 007?
Mucha acción, trepidantes persecuciones, grandiosos escenarios, traiciones insospechadas, intrigas espeluznantes, chicas lindas y tipos malvados que dejan como ángel celestial al Padrino.
Y eso es, básicamente, “Spectre”.
Cierto. Dura lo que no debería durar ninguna película de entretención: 2 horas y media.
Pero salvo unos 10 minutos demás de paseo en tren por el desierto, se disfrutan y mucho.
La película abre con una espléndida secuencia (aquí nadie se fija en gastos), en el DF, México, el Día de los Muertos, que es como decir Carnaval en Brasil.
En medio de la multitud disfrazada, el colorido y los desfiles, James Bond circula con una chica de la mano.
En 15 minutos, previos a los créditos, ya hemos tenido unos cuantos muertos, una tremenda explosión, carreras entre edificios, saltos al vacío, luchas en helicóptero y humor.
El resultado: en Londres Bond se lleva el tremendo reto de M (Ralph Fiennes) y lo que es peor, su jefe le anuncia que queda suspendido indefinidamente, que se acaba el “programa 007” y que tiene algo así como un sucesor, Max, un tipo arrogante que tiene un plan internacional de vigilancia al que pretende sumar a las potencias más relevantes.
Pero Bond tiene un encargo que cumplir. Con la ayuda de Q -el nuevo, un chico “geek”- y Moneypenny (que no es la arrastrada secretaria de los primeros Bond) parte a Roma tras la pista de una organización secreta, donde nuevamente tendrá que salvar el pellejo.
Los Alpes austríacos son su siguiente paradero.
En cada uno de estos lugares encontrará alguna pieza del puzzle que deberá saber ir armando. Clave en ello es la Dra Madeleine Swann (Léa Seydoux), con quien inicia un viaje a Marruecos tras el epicentro de todo, el proyecto Spectre, que dirige el siniestro Franz Oberhauser (Christoph Waltz).
Mientras, en Londres las cosas no están muy auspiciosas.
Armada como si fuera una de esas trepidantes series de TV que nos tienen a todos adictos (cada uno con la suya), la película se estructura en secuencias filmadas en escenarios majestuosos al aire libre, y también en construcciones de gran diseño -algunas high tech, otras vintage-, todas con escenas donde abunda la acción o bien los diálogos deliciosos.
Lo que no quita que Sam Mendes se permita regalarnos con encuadres certeros y bellos sin que por ello baje la tensión, que es a lo que vinimos ¿no?
Glamour y diversión pura, bien producida.

IDEAL PARA: fans del Bond siglo XXI y de la acción.

Una franquicia “sin querer queriendo”
Partamos por asumir que esta es una franquicia, quizás la primera de la historia del cine A, que se convirtió en tal “sin querer queriendo”, como diría El Chavo, porque Ian Fleming ya había escrito muchos libros con su muy machista y masculino agente secreto cuando se le cruzó el cine por delante.
Cuando Fleming murió y con él su exitosa factoría literaria, ya Albert Broccoli tenía andando la fabrica, convirtiendo a Sean Connery en un mito, y cuando, a su vez, Albert pasó a mejor vida (y Connery entró a la tercera edad) ya su hija Barbara había tomado la posta.
De los sucesores del actor escocés, Daniel Craig es el que mejor se ha apropiado del rol, en parte porque hay muchos entre él y Connery como para que sigamos con las comparaciones.
Le ha ayudado también no sólo ser un buen histrión sino que los significativos y veloces avances tecnológicos de la última década del siglo XXI han contribuido a abrir un mejor y algo menos fantástico abanico de posibilidades para su desempeño como 007.