Dos comediantes de sitcom -una norteamericana y una inglesa- se reúnen en esta sátira a las películas glamorosas de espías, «Spy, una espía despistada».
La desafortunada traducción del título (más bien el agregado en castellano) hace pensar que esta comedia es más ñoña de lo que en realidad es.
Porque la mayor parte del tiempo resulta harto graciosa, no sólo gracias a Melissa McCarthy (de la serie «Mike & Molly»; secundaria en «St. Vincent») y Miranda Hart (comediante y guionista de su propia serie, «Miranda») sino porque ver al rudo Jason Statham («El transportador», «Rápidos y furiosos», 6 y 7) haciendo de un neurótico e hiperventilado espía también aporta a la diversión.
El James Bond de aquí es Jude Law, quien interpreta a Bradley, un agente de la CIA, que toma champagne en copas de cristal de Baccarat, mientras desde la central en EE.UU., gracias a los siempre ultra sofisticados recursos del caso, Susan Cooper (M. McCarthy), una analista pegada a su computador, le hace de guardaespaldas y guía.
Lo que ocurre es lo de siempre: explosiones, lanchas, etc. (incluida la música y la gráfica estilo 007).
El detalle es que el malo que sabía dónde estaba la mega bomba, destinada a ser vendida a los terroristas más ricos y más siniestros posible, muere.
Y ahora hay que ir tras su hija, que seguro sabe dónde está.
Pero Bradley ha desaparecido y los agentes más duchos están todos identificados por el enemigo.
Hora de actuar para la insegura y tímida Susan y su inmensa humanidad.
La película se ríe de espías, contraespías, malos sofisticados, chicas rudas y guapas, tecnologías inverosímiles y todo eso que es condimento obligado en las historias tipo James Bond.
«Spy» no es la mejor comedia que uno haya visto en su vida pero tiene muchos momentos graciosos y cuenta con el oficio de un par de comediantes que se manejan en lo suyo. Además, toda la puesta en escena en lugares sofisticados de Europa la hacen agradable de ver (se filmó principalmente en Budapest).
IDEAL PARA: admiradores de Molly y Miranda.
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