Uno de los guionistas de “Traffic” dirige “SYRIANA”. Un dato clave para saber con qué tipo de película nos encontraremos. Porque Stephen Gaghan dirigió (y escribió) esta producción siguiendo exactamente la estructura de relato del aclamado filme coral donde Michael Douglas encarnaba a un fiscal antidroga que sufría el flagelo en casa.
A quien le resultó algo confusa esa sucesión de episodios entrecruzados, entonces de “Syriana” no entenderá nada. A menos que alguien le cuente primero la película.
El filme pone el dedo en la llaga más sangrante del mundo actual: las oscuras y subterráneas redes que se tejen entre política, comercio, terrorismo (de Estado y del otro) y corrupción, en torno al petróleo. La peor cara de la globalización es expuesta aquí en un tono denunciante, donde ni siquiera cabe la esperanza.
Bob Barnes (George Clooney, con varios kilos de más y una grisácea barba) es un veterano agente de la CIA, un peón sin importancia en este complejo tablero de ajedrez. Barnes, quien será sacrificado cuando la situación lo amerite, está en medio de la pugna por la explotación de unos pozos petroleros del Golfo Pérsico.
Paralelamente conocemos al joven y brillante analista de energía Bryan Woodman (Matt Damon), quien vive junto a su esposa y sus dos hijos en Ginebra, Suiza.
En tanto, Barnes —recién de regreso de Teherán— recibe una misión: asesinar al Príncipe Nasir.
También sabremos de la dura vida de los trabajadores paquistaníes en los yacimientos petrolíferos, varios de los cuales quedan sin trabajo luego de la fusión…
Todos ellos se encontrarán en una tragedia donde la justicia no está en los planes de nadie, menos para los inocentes.
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