Reparto: Antonio de la Torre, Luis Callejo, Ruth Díaz, Manolo Solo, Alicia Rubio. Director: Raúl Arévalo España, 2016. Duración: 92 min.
Un thriller hecho con rienda corta y a muy buen pulso; un puñetazo directo al mentón del espectador. Eso es Tarde para la ira , opera prima con que el actor Raúl Arévalo ganó los principales premios Goya 2017 : película; mejor director novel; guión (coescrito con David Pulido, sicólogo); y actor de reparto para Manolo Solo.
Uno de los buenos thrillers que se han filmado últimamente y con un nítido sello autoral.
En solo hora y media Arévalo instala, sin dilaciones, un escenario en el que se ha estado cocinando a fuego lento el rencor y el odio, producto de un dolor y una injusticia no resueltos que ahora se resumen en una pulsión: venganza.
La película abre con un plano cerrado dentro de un auto, con un chofer nervioso que espera a los hombres encapuchados que salen corriendo de alguna parte, mientras ya se oyen las sirenas de la policía.
Todo sale mal, sobre todo para Curro (Luis Callejo), el conductor, que huye solo hacia cualquier parte y termina chocando y dándose vuelta espectacularmente.
Una secuencia electrizante y breve que se siente vívida gracias a la cámara subjetiva, que nunca “se baja” del vehículo.
Impactante y realista, sin la grandilocuencia de las estiradas “coreografías” hollywoodenses de persecuciones en auto.
Dividida en capítulos que se van anunciando, una elipsis de sus buenos años separan esta suerte de prólogo de lo que viene: El Bar, La Familia, Ana, Curro, La Ira.
Y con el primero, el protagonista, José (Antonio de la Torre), un tipo algo taciturno, que circula entre el hospital, donde visita a un hombre en coma, y ese lugarcito modesto, donde un grupete de hombres se juntan a jugar mus, en animadas partidas, sentados frente a una mesa en la estrecha vereda del pequeño negocio.
Es un barrio obrero de Madrid. Juanjo (Raúl Jiménez) y su hermana Ana (Ruth Díaz) atienden el lugar.
Ella es una chica guapa, pero de gesto agrio: no tiene muchos motivos por los que sonreír. Es madre de una niña, cuyo padre ella visita en la cárcel.
Juanjo, pensando en que José podría ser una buena alternativa para Ana, lo invita a una reunión familiar, la Primera Comunión de una sobrina, con jolgorio, fiesta y baile hasta entrada la noche.
Juanjo está en lo cierto: José tiene una buena situación, es soltero y sí engancha bien con Ana.
Filmada en 16 mm, la estética “sucia” es coherente con un relato que se inspira en el cine español de los ’70, con algo de Carlos Saura, y también de Sam Peckinpah, en la irrupción y tratamiento de la violencia.
A medida que avanza la historia, Arévalo va presentando a su elenco y si el espectador no parpadea irá descubriendo las relaciones entre unos y otros; qué tanto es casual, qué tanto parece improvisado. Entre ellos surge “El Triana” (Manolo Solo), un muy singular personaje.
En esta espiral en que uno de pronto, sin advertirlo, queda atrapado, todo se vuelve tenso, se va llenando de silencios y cosas no dichas. Y más tarde que temprano uno descubrirá que todo puede ser muy engañoso.
El bar deja de ser el eje; el thriller se desplaza hacia otros lugares de Madrid y luego continúa fuera de la capital, en pueblos donde los viejos sentados al sol recomiendan a los viajeros ir a la plaza a preguntar a la salida de Misa.
Es la España menos turística, una que ya se adivina en la fiesta de Primera Comunión, en la música rabiosamente autóctona, el trato entre familiares y amigos, el acento sin estilizaciones de ninguna clase y en los solares apartados y apacibles de provincia.
Siete años le tomó a Raúl Arévalo hacer Tarde para la ira.
Quizás por ello, al ponerse a rodar ya tenía una claridad meridiana acerca cómo filmar esta tragedia de odios guardados y venganzas cuidadosamente pensadas, que involucra a familias enteras.
Y por eso el espectador parte estando tan desprevenido como aquellos que están en la mira del vengador.
Porque todo ha estado funcionando con precisión ante nuestros ojos, aunque no nos diéramos cuenta. Incluso en ese pequeño y relevante giro hacia el final.
(En Fílmico, Paseo Las Palmas).
ARÉVALO ACTOR
Raúl Arévalo actuó en dos excelentes películas de suspenso, bastante emparentadas con esta, su opera prima: La isla mínima (COMENTARIO) y Cien años de perdón (COMENTARIO)
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