El salvaje oeste, ese de hombres rudos, forajidos por doquier y desiertos apabullantes; donde los buenos matan a tanta o más gente que los malos, y los hombres aparecen colgados ya sea en medio del pueblo o de algún árbol a campo traviesa…
Eso es “TEMPLE DE ACERO”, un western de tomo y lomo, un remake (de la mano de los talentosos hermanos Coen) de aquella película que le hiciera ganar su Oscar al mítico John Wayne, antes que la muerte del género lo hiciera jubilar.
Es una niña de 14 años, de largas trenzas, quien relata lo que ocurrió luego que su padre fuera asesinado por un tal Tom Chaney (Josh Brolin), un empleado al que él había acogido en el rancho y que terminó dejando a su paso una viuda y tres huérfanos. “Uno debe pagar en este mundo; nada es gratis… salvo la gracia de Dios”, sentencia en off Mattie (Hailee Steinfeld), una chica decidida, tozuda y con sus objetivos nítidos y a la vista.
Tras encargarse de los trámites funerarios y presenciar un par de ejecuciones, Mattie parte en pos de un comisario cazarrecompensas que vengue a su padre. Le recomiendan a «Gallo» Cogburn (Jeff Bridges), un viejo curtido y borracho.
Seductora, especialmente en las primeras escenas, en las que el espectador se puede regocijar con unas líneas de guión lujosas.
Hay una secuencia especialmente cruda; alguna otra escena impactante también… Pero no es la tónica. Más bien es ese humor negro, mezclado ciertamente con violencia (ni intente contar los muertos) y una mirada sin juicios a estas personas que le pelean a la vida, a la naturaleza y a la muerte por partes iguales el que le da el sello Coen.
Una historia de venganza, sobre todo si viene desde una mano frágil y un rostro sin malicia siempre es fascinante.
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