“La mayoría de la gente tiene secretos”. Lo que podría ser el lema de la serie The Sinner, es una frase que dice al pasar un personaje secundario, el detective de la policía Harry Ambrose, con la cara bonachona de Bill Pullman, ese actor de reparto que hemos visto en una buena cantidad de películas y series.
El thriller de USA Network, que subió no hace tanto Netflix, ya tiene a varios atrapados en sus intensos, dramáticos y también sórdidos vericuetos.
Ambrose se desempeña en un hermoso condado, de casas luminosas y rodeadas de verde, donde vive el matrimonio que conforman Cora (Jessica Biel) y Mason Tanetti (Chrsitopher Abbot), junto a su pequeño hijo.
Ella es una tranquila y algo taciturna dueña de casa, que ayuda en el negocio de la familia de su marido.
Un soleado fin de semana van al parque que hay junto al lago, donde muchas otras familias y grupos de amigos se han instalado a disfrutar de la naturaleza. De pronto, sin mediar provocación, Cora se abalanza sobre un sujeto que está jugueteando con su novia y lo acuchilla ferozmente.
Esto ocurre a los pocos minutos del primer episodio, ante los atónitos ojos de decenas de testigos y los de los mismos espectadores.
Como en las películas de Hitchcock, en The Sinner el asunto no va por averiguar quién cometió un crimen, sino el por qué.
Y esto no resulta nada fácil de dilucidar: Cora, con la misma cara desconcertada que la de todos nosotros, asegura no conocer al sujeto al que atacó, ni tampoco qué la impulsó a hacerlo.
A punta de racontos y flashbacks y la aparición de personajes que se cruzaron de alguna u otra forma en la vida de Cora, se va armando un puzzle que da cuenta de su tenebrosa infancia, marcada por una madre de un fanatismo religioso patológico.
Verdades a medias, contradicciones, recuerdos fragmentados y distorsionados, partes de memoria borrada, van surgiendo como muñecas rusas desde el dañado mundo interior de Cora.
A medida que avanza la investigación, cada vez que creemos dar con un dato clave, finalmente resultan ser hechos falsos o inexactos.
Ese es precisamente uno de los aspectos más seductores de la serie: cómo nos envuelve y nos hace creer y confiar para luego sorprendernos con un giro inesperado.
Hacia la mitad de la historia, es verdad, hay un cierto abuso de este recurso, pero a esas alturas el espectador está completamente tomado y solo quiere llegar a reunir las piezas que permitan comprender lo sucedido.
El destape de perversiones, culpas, fanatismos religiosos, relaciones sadomasoquistas no se detiene. Y no queremos que se detenga: sólo esperamos ansiosos que todo lo profundo y lo oculto salga por fin a la luz.
En Netflix.
8 capítulos de 45 minutos.
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