Ya conocemos demasiadas historias tristes sobre estrellas infantiles y juveniles que no supieron hacer la transición hacia la adultez (incluso, antes, a la adolescencia no más).
De ello habrá aprendido Martina Stoessel y quienes la rodean para que la cantante y actriz Disney mutara tan fluidamente de la infantil Violetta a la joven Tini.
Primero un disco y ahora la película: Tini, el gran cambio de Violetta, un título clarísimo, que lo dice todo, por si quedase alguna pequeña fan que se pudiese confundir.
Para mayor abundamiento, lo que hace el filme es… contar cómo es que Violetta terminó convertida en Tini.
Precedida por una certera y precisa campaña de marketing, la historia sitúa a la popular cantante en una situación que la tiene conflictuada: por una parte, está en una “sequía” artística, no avanza en la composición de las canciones del disco que pronto debe entregar a su disquera; y por otro, su novio León está grabando en Los Angeles y le es imposible comunicarse con él: hay alguien que se ocupa de interferir en ello.
Es entonces que su padre le revela que desde hace tiempo tiene una invitación de una querida amiga de la familia, Isabella, quien mantiene una academia para artistas jóvenes en Italia.
Sin que nadie más lo sepa, Violetta, con el corazón destrozado, parte a Europa.
Allá llega a una idílica caleta (fue filmada en Sicilia), como de documental de promoción turística, donde su alma mustia recobrará vida ante compañeros adorables y una Isabella que la trata como a una hija.
Allí también sabrá aspectos importantes de sí misma y que crecer implica un resto de sufrimiento.
Todo es bello, luminoso, edulcorado (y sí, de repente, un poquito relajante): el proceso de cambio es más bien sutil que radical.
Tini ya no es una niña, cierto, pero es una adolescente diáfana y pura, y su sensualidad es la de los cuentos con príncipes azules. No más.
De traje de baño usa una malla que la cubre casi entera y sus vestidos siguen siendo blancos, con cuellitos redondos y diseños de florecitas y pajaritos.
Había que evitar acercarse siquiera a lo que ocurrió con Hannah Montana (¡ni la nombremos por favor!).
Se trata de que el mismo público que la ha ido a ver como Violetta ahora la vea como Tini, una cantante pop, muy pop, de letras románticas muy soft.
Porque ya no es una niña. Y si las pulsiones erótico-románticas de Martina Stoessel son más altas que las de Tini, tendrá que arreglárselas para que ello se manifieste en su más estricta privacidad.
Ciertamente (más claro imposible) esta es una película de nicho muy definido.
Pero si usted es de lo/as que acompañará a alguna fan, sepa que en sus 95 minutos, la historia se desgrana con ritmo ágil, tiene muy buenos secundarios y se deja ver muy bien.
Ayudan los parajes, es cierto, pero también el pequeño suspenso y la cierta tensión que se instala con las maquinaciones de la actriz que acompaña a León en la grabación de su clip, su muy graciosa hermana (lo mejor de la película), el revuelo de la prensa de farándula y finalmente el hallazgo de Violetta -o Tini- de algo muy importante en su vida.
Y dura solo 95 minutos.
Por si no lo sabe, la popularidad de Violetta-Tini es mundial (o al menos continental). De hecho, el 8 y 9 de junio va a Brasil.
Su cuenta de twitter @TiniStoessel suma más de 1 millón y medio de seguidores.
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