Partamos por los respetos:
David Lynch es un maestro del cine, un artista singular, de obras únicas y personales, que ha dejado huella en el mundo audiovisual.
El año pasado la BBC elaboró una comentada lista, mediante una encuesta a cientos de críticos, de las 100 mejores películas del siglo XXI y Mulholland Drive ocupó el primer lugar. No estoy de acuerdo: si es por ubicar en el top a uno de los filmes de Lynch, me parece mucho mas icónica Terciopelo Azul.
En fin. Opinable.
El asunto es que este realizador ha sido premiado en Cannes (y también pifiado, precisamente por su película Twin Peaks: Fire Walk with me, 1992) y en una rara excepción, este 2017 fue invitado a mostrar dos capítulos de la serie que nos tiene hablando, en ese templo del cine arte que es el festival francés.
Lynch llevaba diez años alejado de cualquier pantalla.
Dicho esto, vamos a lo nuestro:
Twin Peaks: The Return , vendría a ser la tercera temporada de aquella serie que revolucionó completamente la TV de los ’90, cuando no existían ni Black Mirror, ni Breaking Bad ni nada de esas genialidades que hemos visto en este siglo.
Un detalle: tras recibir una multitud de premios, la aventura de los `90 no terminó bien. La segunda temporada dejó mucho que desear y tanto la crítica como el público le dieron la espalda (salvo sus más leales fans).
Por eso no es tonto preguntarse, frente a esta tercera temporada, cómo llegaremos al capítulo 18.
La producción de Showtime está siendo subida a Netflix los lunes y a la fecha que escribimos esta columna (1 de junio) hay 4 capítulos disponibles en la plataforma de streaming.
Para hacernos una idea de con qué nos vamos a encontrar, el siguiente diálogo:
David Lynch, actuando como su personaje del agente del FBI Gordon Cole (sordo como una tapia, con aparatos en ambos oídos), le dice a Albert (Miguel Ferrer, recientemente fallecido), en una conversación aparte: “Albert, odio admitirlo, pero no entiendo nada de esta situación”.
Una suerte de confesión de partes que evidencia lo que el maestro nos ofrece -junto al coguionista Mark Frost- a lo largo de estos capítulos: un humor inclasificable, un permanente juego de metalenguaje (cine en el cine, teatro en el teatro) y un guión en que se alternan y mezclan con total naturalidad lo onírico, lo pesadillesco, los mundos paralelos, lo surreal y las realidades más pedestres.
Y sobre todo, que David Lynch puede permitirse no hacer concesiones.
Si en los ’90 el tema era descifrar el misterio del asesinato de Laura Palmer -asunto que aún ocupa a la comisaría de Twin Peaks- en 2017 estamos tras las huellas del desaparecido agente Cooper (el mismo Kyle MacLachlan). Más bien, de ver cómo hará para regresar al mundo de acá porque en las primeras escenas lo vemos en La Habitación Roja frente a una Laura Palmer que le dice: “lo veré en 25 años”.
Este limbo -del que Cooper luego se desplaza a otros universos oníricos-pesadillescos- es un escenario importante en esta nueva historia. Pero en Nueva York, en South Dakota y en Las Vegas también acaecerán hechos claves (y cruentos).
Por cierto que tiene presencia ese inverosímil personal de la policía de Twin Peaks, que nos regala buena parte del humor delirante de la serie, que en otros instantes es absurdo y muchas veces muy negro, claro está. (La intervención de Michael Cera como Wally Brando es ¡graciosísima!).
Pero hay un falso Cooper, un “dopplegänger” (un sosías), que anda haciendo trastadas al lado de acá del espejo.
Por ahí seguiremos otro de los hilos que, suponemos, terminará calzando las cosas.
Lynch es un artista plástico: su dramaturgia de la imagen es alucinante y sorprendente. Cada cuadro de cada escena es para analizarlo, contemplarlo, gozarlo, sentirlo.
Y también es un maestro del sonido (la sordera de su personaje es una gran ironía): el lenguaje que es capaz de desplegar en esta dimensión es inimaginable. Juega con las frases como lo haría un DJ , mezcla el ruido ambiental con los diálogos al punto de convertirlos en un tercer elemento, introduce sonidos inquietantes e indefinibles. Hay conversaciones a las que le imprime una suerte de pausa entre frase y frase: el efecto es exasperante y… seductor.
La música siempre ha sido clave en la atmósfera de sus producciones. Nuevamente tiene para ello a Angelo Badalamenti y al final de cada capítulo, en el bar Bang Bang, Chromatics, The Cactus Blossom o el grupo Au Revoir Simone en el escenario cantando, como en un mundo aparte, de colores fríos, azules. Los clientes bailan sumergidos en tonos ocres, como las cervezas que tienen en sus manos.
Con todas estas historias que parecen sueltas (y miles de detalles y personajes exquisitos que ya no cabe mencionar) Lynch maneja la tensión de tal forma que es imposible abandonar, por más que haya momentos en que uno se agarra la cabeza y dice “¡para dónde va todo esto!”.
Aparte de los ya mencionados, el elenco es impresionante (aunque algunos aparezcan en un solo episodio): Monica Bellucci, David Duchovny (como un jefe del FBI trans), Laura Dern, Ashley Judd, James Belushi, Amanda Seyfried, Tom Sizemore, Eddie Vedder, Tim Roth, Naomi Watts, Jennifer Jason Leigh, Ana de la Reguera y un largo etc.
—Da para un seminario completo en escuelas de teatro, cine, filosofía, estética, etc.
—Si Ud. no sabe (o no se acuerda) qué es La Habitación Roja (parodiada en su oportunidad por Los Simpson), ni la Logia Negra, ni el código Blue Rose, ni el brazo de Mike, tome primero un folleto explicativo, vea la serie de los ‘90 o bien pase de largo.
—Esto es más bien para los fans de lealtad incombustible (o interesados del primer punto).
En Netflix.
18 capítulos de 60 minutos. Entrega diferida: se suben los lunes.
(al 1 de junio, hay 4 disponibles).
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