En Hollywood -en cualquier parte, para ser justos- aman las historias de redención. Eso puede explicar el Oscar que le regalaron a la siempre efectiva Sandra Bullock por su protagónico en «UN SUEÑO POSIBLE», una cinta de aquellas donde la bondad de una correcta, tolerante y rica familia cristiana puede cambiarle la vida a un buen chico negro marginal, de madre drogadicta y perdido en la vida.
Los Tuohy conforman una familia perfecta. El fue jugador de fútbol y ella cheerleader. Son felices, se la pasan bien y sus hijos van a un buen colegio cristiano. Un día se topan con un enorme chico negro, homeless y taciturno La madre de familia decide tomarlo bajo su protección. Lo mete a la fuerza en el colegio de sus hijos, consigue que una profesora lo nivele a como dé lugar y lo deje a la altura de poder postular a una beca deportiva en alguna U.
El guión desperdicia completamente esa mirada humanista que puede convertir una película del montón en algo mucho más interesante que el promedio. Para ser justos con Sandra, «Un sueño…» pudo ser insoportablemente empalagosa si no fuera por la energía que le imprime a su personaje y a cierto sutil humor que se desprende de su paso. Por de pronto, de «cuica» está muy bien.
Esto es una «gringada», pero si tiene paciencia con el socker (¿o es fútbol americano? ¿o es lo mismo?), hasta puede que le entretenga.
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