Ofrecida como una película romántica (léase latiguda, melosa), Una Razón para Vivir (Breathe) resulta ser mucho mejor que eso: se trata de una historia fascinante, que ocurrió en la realidad y que está contada de una manera muy seductora, con sentido del humor y plagada de situaciones sorprendentes.
Sí, se alarga, no es la gran película y se circunscribe a ese subgénero de las historias edificantes, motivadoras, inspiradoras.
Sí, pero es asombroso que haya ocurrido.
De paso, el espectador se entera de realidades que la mayoría no se imagina que ocurrieran en la medicina del siglo XX.
Robin (Andrew Garfield, el mismo de El Hombre araña, o el jesuita trágico de, de Martin Scorsese) y Diana (Claire Foy, la reina Isabel de la serie The Crown) se conocen en la campiña inglesa, mientras en los jardines los hombres juegan un partido de cricket y ellas toman el té. El se queda prendado. Los amigos le advierten: “no, ella es la típica rompecorazones”. Y los cercanos a ella: “Pero te va a llevar a Kenia. ¿Y es rico al menos?”. No. No lo es. Robin es nada más, nada menos, que un joven entusiasta, aventurero y creativo
Ya casados, parten a Kenia. Todo es idílico, entretenido, bello. Pronto, ella queda embarazada.
Un día, de visita en la Embajada británica en Nairobi, Robin siente unos dolores que le impiden mover los brazos, luego las piernas. Casi no puede respirar cuando llega al hospital. Una polio lo deja paralizado para siempre.
Cae en una profunda depresión. Casi no habla. Diana no se da por vencida. Cuando le lleva a su hijo recién nacido le arranca una sonrisa.
Pero lo único que él quiere es salir de allí. Diana no solo consigue trasladarlo a Inglaterra sino que con unos a amigos idean cómo trasladarlo a casa. Y luego, inventan una suerte de silla de ruedas.
Terminan revolucionando el mundo de la medicina que, a los enfermos severamente postrados, los mantenía recluidos en los hospitales hasta que murieran.
Lo seductor de la película es que Robin y Diana son mostrados como personas que simplemente no ven los límites. No es solo que no se detengan ante ellos: es que no los ven. Es un relato lleno de un singular humor, que brota natural, y se esparce entre ellos y ese grupo solidario y divertido de amigos que los rodea.
Y esa exquisita excentricidad que definen a Robin y Diana terminan por cautivar.
Un detalle: el productor de la película es Jonathan, su hijo.
Con esta película, el actor Andy Serkis (El Plantea de los Simios, La Guerra de los Galaxias) debuta en la dirección.
Duración: 117 minutos (1 hora 57 minutos)
Director: Andy Serkis
Guión: William Nicholson
Elenco: Claire Foy (Diana Cavendish), Diana Rigg (Lady Neville), Andrew Garfield (Robin Cavendish)
Producción: Jonathan Cavendish.
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