A Quiet Passion Reparto: Cynthia Nixon, Jennifer Ehle, Duncan Duff, Keith Carradine, Jodhi May, Joanna Bacon. Director: Terence Davies Reino Unido, 2016. Duración: 125 min.
La mayor proeza que hay que agradecerle a Terence Davis es que su película Una Serena Pasión (A quiet passion) sobrepasa largamente la categoría de biopic (filme biográfico) para erigirse en una narración que se subordina a la obra poética de Emily Dickinson (1830-1886), la que, a su vez, está firmemente trenzada con lo que fue su singular historia personal (o lo que se sabe de ésta).
Davis no le teme a dejarse guiar por los poemas para construir el relato y, más aún, incluirlos a lo largo de las 2 horas del filme, con la voz en off de Cynthia Nixon.
Sí, la misma actriz de Sex and the city luce aquí un registro histriónico capaz de hacerse cargo de un personaje complejo, cambiante, que circula por momentos y circunstancias de carga emotiva muy disímil, trazando finalmente un acabado y convincente retrato de una de la mayores figuras de la literatura estadounidense y las letras inglesas en general.
El director británico comienza su película en el Seminario para Señoritas Mary Lyon de Mount Holyoke a donde Emily —de familia de fuerte tradición calvinista— ha sido enviada para su formación religiosa.
La jovencita declara —no sin su retintín insolente y argumentos agudos— que no está interesada en la religión (ella se ha de autodefinir como “una rebelde civilizada”).
Emily ya había recibido una sólida educación en la Academia de Amherst, donde aprendió literatura, historia, matemáticas, geología, biología, griego, latín.
Ya en esas primeras imágenes comenzamos a asombrarnos con la precisa y pulcra composición de cuadro con que Davis filma cada escena.
Allá va a buscarla su familia. Visitan a su tía Elizabeth en Boston, asisten al teatro, para luego llegar a su casa en Amherts (Massachusetts), la mansión familiar campestre en la cual Emily nació y murió, y de la que, desde ese instante, no saldría más.
Su padre, William Dickinson (Keith Carradine), un próspero abogado de Nueva Inglaterra, es lo suficientemente “moderno” como para haber enviado a su hija a recibir una educación esmerada. Pero es un hombre de sus tiempos, capaz de arrugar el entrecejo en el teatro por ver cantar una soprano (“no me gusta ver a una mujer en un escenario”).
Sin embargo, apoyará a su hija cuando ésta expresa su deseo de escribir. En rigor, solo 5 de sus escritos fueron publicados en vida y en forma anónima. Tras su muerte llegaron a rescatarse unos 1.800 poemas.
Emily es feliz rodeada de su familia y algunas amistades.
Luego se sucederán momentos de profundo dolor y decepción (algunos de naturaleza muy íntima), de sentimientos de abandono, y trágicas circunstancias que irán acentuando su opción por la soledad.
Pero este es un drama que despliega humor, uno que surge en diálogos deliciosos, vertiginosos. Son frases chispeantes, llenas de aguda ironía (Emily podía ser muy hiriente) que se prodigan especialmente en la primera parte de la película.
Ese tono fresco, divertido, comienza a alejarse a medida que aquello que afirma a Emily va desapareciendo de su vida.
Aunque aún en estos momentos, y ya padeciendo la enfermedad que acabaría con ella (el mal de Bright o nefritis), no pierde su energía y vitalidad, su espíritu luchador y contestatario frente a asuntos de género (“los que tenemos vidas menores”) o la esclavitud (la Guerra de Secesión es un hecho que aparece sucintamente).
Finalmente optaría por una radical autoreclusión.
El guión está construido siguiendo un ritmo (no solo en sus diálogos), es decir, aquello que es propio de la poesía.
Para ello Davis se vale, con mucha sensibilidad, de los recursos que ofrece el lenguaje cinematográfico: los paneos de cámara, la cuidadosa elección de colores, la luz (fría, cálida, brillantemente diurna, pálida de noche o la amarillenta de la lámpara con que Emily se alumbra para escribir de madrugada). La música, los silencios.
Para sus biógrafos, Emily era “una especialista de la luz”. Terence Davis lo entendió así.
“No hay, que yo sepa, una vida más apasionada y solitaria que la de esa mujer. Prefirió soñar el amor y acaso imaginarlo y tenerlo”, dijo sobre ella Jorge Luis Borges. Es la serena pasión a la que alude el título.
(En tienda Fílmico, Paseo Las Palmas).
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